Las rabietas latinoamericanas

 


 

Incapaces de rebelarse contra el presente, arremeten contra el pasado. Es lo que sucede fundamentalmente en América Latina, en este caso en Colombia, con Cristóbal Colón como objetivo abatible, cuando se derriban estatuas que por definición están inmovilizadas. Ciertamente, no acierto a establecer el grado de felonía que cargan personajes como los conquistadores a la hora de explicar la actualidad latinoamericana, partiendo de la base de su corresponsabilidad histórica, que es mucha.

Pero si sé que la mayoría de las atribulaciones de ese subcontinente son adjudicables a sujetos mucho más contemporáneos, desligados de la crónica imperial, genuinamente latinoamericanos, que están vivos y coleando. O que son cadáveres, más o menos recientes.

Me inquieta pues la sumisión a los poderes en vigor de esos latinoamericanos, sobre todo mestizos, que ante la presencia inhibidora de los que mandan hoy se dedican a derrumbar efigies inocuas, por más que su presencia les incomode. Habría que decirles que las estatuas aportan muchas lecturas y que, desde luego, también sirven para rememorar los excesos cometidos por algunos de los esculpidos.

En cualquier caso, y con su realidad profundamente afectada, esos latinoamericanos deberían saber que es mucho más lacerante el desinterés, el desafecto, la explotación, el menosprecio cotidiano que sufren a manos de sus actuales gobernantes, no solo en lo que respecta a las raíces comunes, sino también en lo que toca al árbol que ha crecido con los años. Y eso es lo que me desconcierta, que se acumule tanta rabia ciega en contra de lo que fue, que está ahí y es inamovible, y que haya tan poca indignación contra la opresión, tangible, del día a día; que puede, y debe, ser reversible. 

 

 

 

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