¿Cuánto tardará en llegar el linchamiento preventivo?
El linchamiento constituye una de las expresiones más genuinas de la barbarie, no solo por su exhibición de bestialidad, sino por la sobredosis de éxtasis que es capaz de suministrar a quienes lo practican. También responde a los parámetros de la impunidad. Al obrar como un enjambre, los camorristas dificultan cualquier señalamiento de responsabilidades a posteriori. Y, de algún modo, su actuación colectiva les exime de cualquier sentimiento de culpa.
Internet y las redes sociales han aportado nuevas variantes. Pero la esencia del linchamiento permanece intacta, por telemático que se haya vuelto. Se podría pensar que los linchadores cibernéticos también cabalgan a lomos de una enajenación transitoria; pero, al igual que los tradicionales, son en realidad matones consumados que esperan agazapados tras las pantallas el momento propicio para desacreditar a sus víctimas, en ocasiones de modo irreversible.Estamos ante los nuevos verdugos salidos de la mezcla, perfectamente equilibrada, de la ignorancia y la estupidez, dos taras que encuentran en las redes sociales una catapulta excepcional para sazonar todo tipo de acusaciones, muchas de ellas graves, que de resultar verosímiles tendrían que ser denunciadas ante los tribunales y no pregonadas por los revanchistas de turno sólo desde sus artilugios. Al final, me temo que asistiremos a linchamientos preventivos. Eso sí, en nombre de la sacrosanta correción; y muy limpios. Los valentones ya no necesitan llegar a las manos.
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