El capitalismo, esa criatura omnívora

Que millones de desempleados y trabajadores explotados en todo el planeta ansíen que el engranaje del capitalismo no chirríe para así poder mejorar su estatus, es indicativo del grado de enajenación que han alcanzado nuestras sociedades.

En vez de abogar por el desmantelamiento del sistema, o cuando menos por su profunda reconversión, la gran mayoría de los oprimidos apuestan fervientemente por su revitalización en un gesto que augura un cada vez más extendido sometimiento de la ciudadanía.

Es cada vez más evidente que uno de los errores garrafales de la izquierda y de los movimientos revolucionarios en general ha sido menospreciar la capacidad de regeneración del capitalismo, al tiempo que sublimaban las cualidades innatas de los explotados.

Por el contrario, el paso del tiempo ha puesto de relieve que el capitalismo no sólo representa un poderoso adversario, sino que también es rabiosamente adictivo porque acaba convirtiendo en cómplices o esbirros a muchos de los descamisados que deberían batallar por su exterminio.

El capitalismo estimula hasta límites psicodélicos la codicia, que es uno de los distintivos que caracteriza al ser humano, por más que les pese a los roussonianos. Y también sabe inculcar en las cabezas, con suma eficacia, el espejismo de que todos sin excepción, si se lo proponen, pueden participar en la lucrativa carrera que comienza nada más sonar el despertador.

El verdadero éxito radica para muchos en el enriquecimiento personal, por lo que se afanan en invertir todas sus energías en la consecución del mismo, justificando los peores comportamientos y contribuyendo a la engorda del sistema.

Así están las cosas. Y convendría reflexionar a fondo sobre ello.




Comentarios

Unknown ha dicho que…
Por ahí en las redes dicen que el producto más elaborado del capitalismo es el pobre de derechas. Triste tu post pero muy real y nada se pude cambiar si no se parte de la realidad misma. Un abrazo