Ni siquiera a un mico se le ocurre boicotear los productos catalanes...

Los que alientan el boicot a los productos catalanes con ánimo linchador, no sólo forman parte de los sectores más retrógrados de España, sino que además son unos perfectos indocumentados, por describirlos en tono suave. El sabotaje comercial no sólo es una iniciativa tan reprobable como estúpida. También provoca daños colaterales más allá de Cataluña.

"Los empresarios extremeños han alzado la voz de alerta sobre el efecto bumerán de no comprar una determinada marca por el simple hecho de que sea catalana. En una economía interconectada y globalizada, la sede social de una empresa no implica que el producto que comercializa haya sido producido al 100% en el mismo lugar. Ni que todos los trabajadores sean catalanes ni muchos menos independentistas", acota el diario El País que agrega que el boicot a los productos catalanes afecta directamente a las empresas proveedoras, parte de ellas ubicadas en otras regiones españolas.

Es el caso de Conesa, una empresa extremeña dedicada a la manipulación del tomate y que proporciona por ejemplo la salsa de las pizzas de la catalana Casa Tarradellas, cuyo atún podría proceder de Galicia en tanto que la harina para la masa sería originaria de Andalucía, relata el diario extremeño Hoy.

Claro, que los que claman por el boicot suelen ser los mismos que están convencidos de que la automovilística Seat es una empresa española, o que el agua de Fontvella sigue en manos catalanas. ¡Qué tiempos estos en los que hay que recalcar lo evidente!, lamentó alguien en una ocasión en un arranque de lucidez.

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