A propósito de Cataluña: contra unos y contra otros

Partidario como soy de la autodeterminación, no puedo sino reprobar la actitud del gobierno del Partido Popular (PP) que, sobre todo desde 2010, se ha dedicado a sabotear una y otra vez cualquier salida legal del laberinto catalán. Y por supuesto, me parece un despropósito de efectos incalculables la aplicación a martillazos del artículo 155 que establece la intervención de la autonomía catalana, por no hablar de las persecuciones judiciales que se han dado y se darán a la caza de los promotores de la secesión.

Por descontado, más que reprobable la actitud del PSOE en este contexto, aunque a estas alturas de la película española nadie se debería sentir sorprendido por las decisiones de una formación que se sigue llamando de izquierdas pero que perdió hace tiempo sus señas de identidad.

Dicho esto, también me parece censurable la actitud irresponsable y suicida del bloque independentista catalán que se arroga representatividades que no le corresponden y que ha ofrecido un bochornoso espectáculo en los últimos días, con políticos bisoños, muy alejados de la profesionalidad que debe regir en la política. Su responsabilidad en la polarización social de Cataluña es evidente.

Por lo demás, nunca me han movido las causas transversales, llámense feminismo, ecologismo, animalismo o nacionalismo. Porque lo cierto es que en la bancada independentista se sienta la misma derecha que aplicó recortes a destajo en Cataluña, que apoyó en el Congreso de los Diputados las políticas reaccionarias del muy conservador PP y que protagonizó no pocos escándalos de corrupción; la misma derecha catalana que ahora se codea buenamente con la izquierda soberanista de esa región en un matrimonio sencillamente imposible, por más hoces que se blandan y más himnos que se canten en comandita.

Por cierto, cuando uno está dispuesto a lanzar un órdago del tamaño del que se pergeñó en el parlamento catalán con la sesión independentista, habría que esperar la misma coherencia, o los mismos arrestos, a la hora de asumir plenamente el desafío y airear públicamente el voto emitido. Por el contrario, los diputados independentistas sufragaron en secreto para evitar complicaciones judiciales, a la chita callando. Me parece un acto de suma cobardía, propio de quienes declaran la guerra sabiendo de antemano que la van a perder y procuran curarse en salud. Muy preventivo todo.

El estropicio está hecho. Vendrá la intervención a saco, llegarán las querellas de la Fiscalía española por rebelión contra los promotores del independentismo y arribarán pésimos tiempos para Cataluña, con unas elecciones que depararán resultados muy parecidos a los actuales. ¿Vuelta a empezar?

En plena refriega es mala cosa estar fuera de las trincheras. Y eso nos ocurre a quienes estamos en contra de la declaración unilateral de independencia y en contra también del intervencionismo central, siendo asimismo conscientes de que los sentimientos de pertenencia a un colectivo no se imponen por decreto. Que hay que amamantarlos.

La legalidad nunca llueve a gusto de todos. Pero puestos a dinamitar, no me van las medias tintas.

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