El referéndum sobre la independencia catalana nace mermado

En relación al referéndum del 1 de octubre, me gustaría subrayar que estoy plenamente de acuerdo con el derecho a decidir, no solo de los catalanes, sino también de vascos y gallegos. Es decir, los ciudadanos de las tres nacionalidades históricas que subsisten en España. Sin embargo, hoy por hoy, el referéndum convocado por la Generalitat (Gobierno catalán) es ilegal en términos jurídicos, por más legitimidad que cargue. Que la carga. Tengo amigos catalanes, con criterio y que me merecen sobrado respeto, a favor y en contra de la consulta. Y todos ellos aguantan su punto de razón.

Como he comentado en otras ocasiones, habrá que buscar fórmulas para conseguir que estos plebiscitos encajen en la normativa del Estado o en la Constitución española que, nos guste o no, es la que nos rige. No hay más alternativa si se busca la eficacia de un referéndum soberanista; y me remito a Escocia (UK) o Quebec (Canadá), donde las legislaciones respectivas conceden a este tipo de consultas un carácter vinculante y, por lo tanto, trascendental en términos de derecho nativo e internacional. Algo que no sucede en la muy encorsetada Constitución hispana. Para reformar la Carta Magna, lo que en lo personal considero urgente e imprescindible, hay que convencer previamente al Parlamento estatal. Verdadero encaje de bolillos, cierto; pero merece la pena perseverar en ello.

De lo contrario, estaremos ante una simple llamarada de petate, como dicen en México cuando sucede algo que aparenta tener más impacto del que realmente tiene.

Podría caber la posibilidad de que, aun siendo ilegal en términos constitucionales, resolviera apoyar el referéndum. Pero no lo hago por tres razones básicas.

La primera, porque no están claras las reglas del juego, entre ellas el mínimo de participación imprescindible para poder tirar de la palanca independentista; algo inquietante ante una apuesta de tanto calibre.

La segunda es consecuencia de la primera, ya que los sectores separatistas están hablando de la simple mayoría para poner en marcha la ley de desconexión. Es decir, que la independencia bien podría iniciarse con un 30 por ciento de participación y con un 51 por ciento de ese porcentaje a favor de la plena soberanía. Cuestionable.

Y la tercera razón para el recelo es porque considero que el aparato mediático de la Generalitat (Gobierno regional), con sus respectivas subvenciones (Vanguardia y Periódico en sus ediciones catalanas), está volcado a favor del referéndum; y, por el contrario, las voces matizadas o en contra están siendo minimizadas, cuando no ninguneadas. Me remito al despido del veterano periodista Gregorio Morán de La Vanguardia por manifestar sin tapujos su desconsuelo ante el proceso soberanista, por citar un solo ejemplo, aunque en realidad no hay más que sintonizar TV-3 o Catalunya Radio (medios nacionalistas oficiales y de gran difusión) para constatar el desequilibrio existente. No es el escenario idóneo para llevar a cabo una consulta popular de estas características, que exige gestores menos apasionados.

Por estas causas no respaldo activamente la celebración del referéndum del 1 de octubre, aunque defienda sin excusas el derecho de los catalanes, vascos y gallegos a decidir su futuro.

Reitero: el hecho de que se soslaye el porcentaje mínimo de participación que legitimaría el referéndum catalán en condiciones adversas y que sea suficiente la mayoría simple de los sufragios para que despegue el proyecto independentista, son factores que me procuran desconfianza.

En una tesitura tan crítica como ésta, no basta con que la mitad de los ciudadanos votantes decida la independencia para que la misma se active. Porque esto garantiza la polarización social; a corto, medio y largo plazo. Resulta evidente que el índice de participación es más que importante a la hora de refrendar un proyecto de este empaque. A menos votos, independencia más anémica. Ergo…

Soy de los que opinan que los políticos y los empresarios catalanes, amén de los mozos de escuadra (mossos d´esquadra, policía autonómica), no son tan distintos del resto de personajes que pululan en este país de países. Hablo de mediocridad, incompetencia y abusos, que en Cataluña se dan probablemente en menor medida que en otros lares. Pero también se dan.

En resumen, que estoy claramente a favor del derecho a decidir de los catalanes; pero creo también que el referéndum soberanista sólo es eficaz si cumple con la legislación vigente y que hay elementos del mismo que me generan, por improvisados y convenencieros, una profunda desconfianza.



Comentarios

TitoCarlos ha dicho que…
Hace muchos, muchos años, Escocia decidió formar parte del Reino Unido con una condición: dejar de formar parte si así lo decidían los escoceses. Parecido (y solo parecido) a Quebec y nada parecido al caso de Cataluña, que nunca ha sido independiente.
Es por ello, que formando parte de España, se diga que el resto de españoles también tiene derecho a decidir sobre esta independencia, ya que lo consideran parte de su territorio.
Por otra parte, y ahora expresando mi opinión, cuando la evolución del animal humano, física y cultural, se desarrolla por la linea del mestizaje, no entiendo los movimientos de exclusión existentes en el mundo. Las fronteras geográficas, sociales, culturales y mentales deben ir desapareciendo; y crear nuevas es una involución.