Venezuela, la mayor vergüenza planetaria, evidentemente...

Tal como está el mundo, sin duda alguna, la crisis de Venezuela merece una y otra vez abrir todos los informativos de televisión y figurar en las portadas de los grandes y no tan grandes medios de comunicación españoles, convenientemente aliñado el retrato, para que no quepa la menor duda sobre la maldad que destila el régimen chavista y las bondades que distinguen a la muy sufrida oposición.

Es lo que opina El País, un diario que se olvidó hace tiempo del periodismo y que simplifica a cada rato la realidad internacional en función de sus intereses. Afortunadamente, cada vez cuenta con menos predicamento en este y otros lares.

Venezuela presenta un escenario extremadamente complejo, por lo que hay que acercarse al país sudamericano con todos los pertrechos del caso. Que son muchos. Y con la debida precaución. Es evidente que las partes en conflicto tienen que sentarse, debatir a fondo sobre el deterioro que afecta al país y buscar acuerdos de mínimos. Y este ánimo pacifista, este afán destornillador, es el que hay que jalear sin reservas, algo que no hace en sus páginas de opinión el diario español, cada vez más especializado en enturbiar las realidades propias y ajenas.

Venezuela está en el punto de mira mediático. Y seguramente se acabará cumpliendo la profecía, mediocre y ruin, que anticipa el triunfo de la sacrosanta democracia en el país sudamericano obviando cualquier variable que no se ajuste al pregón de los que llevan años desdibujando la realidad venezolana y deslegitimando al gobierno de Caracas. Lamentablemente, la degradación parece ya imparable. Los miserables se acantonarán de nuevo en los cerros, las clases pudientes retomarán el timón, la clase media volverá a su ensimismamiento, y Venezuela regresará al fin al espejismo que construyeron políticos tan inefables como Carlos Andrés Pérez. Todo un demócrata de boquilla que cometió mil tropelías; eso sí, cantando las excelencias del sistema capitalista.

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