Envenenadores compulsivos y con licencia

Desde sus trincheras mediáticas (o no) se desviven por el neoliberalismo, desprecian a todos aquellos que consideran improductivos, les incomodan las ayudas sociales, desconfían del sector público y subliman la iniciativa privada, defienden el orden establecido por los suyos y arremeten contra los gobiernos extranjeros que buscan cambiar las reglas del juego impuestas por el gran capital.

Además, proclaman la sacrosanta unidad de España desde su atalaya mesetaria, disculpan cualquier exceso de las fuerzas de seguridad y difunden a los cuatro vientos que todo el mundo tiene derecho al lucro para disfrazar así el enriquecimiento propio y el de la casta a la que pertenecen.

En su mayoría, trabajan en los medios de comunicación más reaccionarios o sobreviven en tertulias infames y, más por activa que por pasiva, alimentan el ideario del Partido Popular (PP), una de las derechas más cavernícolas de Europa.

Todos ellos albergan en su interior un poso neofranquista, aunque se camuflen de demócratas a cada rato. Son tan obvios que no hace falta ni citarlos por su nombre.

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