México sigue falto de credibilidad

Las recientes elecciones locales en México han puesto en evidencia la falta de credibilidad que padecen las instituciones del país latinoamericano, a pesar de los esfuerzos que se han realizado en los últimos años para intentar conseguir que la ciudadanía confíe en los organismos estatales.

Lamentablemente, la gestión del proceso electoral sigue despertando el recelo de los partidos, hasta el punto de que los más punteros se adjudican la victoria al unísono antes de que finalice el escrutinio oficial, contribuyendo con ello a engordar la confusión y, después, la desazón entre aquellos votantes que se consideran defraudados cuando el conteo final les contraría.

Con los mecanismos de control activados, las protestas ante cualquier resultado sospechoso deben ser tramitadas por los cauces establecidos y una vez concluidas las elecciones, sin que la desconfianza surja de antemano para impugnar cualquier desenlace adverso.

Sin embargo, el gobernante Partido Revolucionario Institucional (PRI), que ha conseguido una muy ajustada victoria en el crucial Estado de México, se ha convertido de nuevo en el blanco de las críticas, en este caso de MORENA, el partido de la izquierda emergente que se siente despojado de su triunfo y que ya ha pedido la revisión de los votos supuestamente escatimados.

El reconocimiento puntual de la victoria del adversario en las urnas es uno de los gestos más saludables de cualquier sistema democrático, mientras que el pataleo recurrente de los competidores que se sienten estafados constituye un síntoma de clara anorexia institucional.

La democracia en México sigue siendo muy precaria, como consecuencia de una transición insuficiente por tantísimas razones. Y el hecho de que las autoridades no logren legitimar los resultados electorales, debilita todavía más cualquier propósito de enmienda.

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