Corea del Norte: un país desmedido

La liberación del estadounidense Otto Warmbier en penosas condiciones de salud después de haber sido condenado en Corea del Norte a 15 años de trabajos forzados por intentar sustraer un cartel de propaganda política del hotel donde se hospedaba, resume a la perfección la destartalada realidad de ese país asiático.

Se desconocen las causas de que Warmbier se sumiera en un estado comatoso, pero según la familia del joven turista que fue trasladado a su país tras la sorpresiva excarcelación, tuvo la culpa una pastilla que le dieron para dormir tras sufrir un brote de botulismo. No volvió a despertarse.

Al menos esta es la explicación oficial de un caso del que se desconoce casi todo, incluidos los pormenores del juicio, debido al hermetismo con el que el gobierno de PyongYang maneja la mayoría de sus asuntos, lo que contribuye a que cierta prensa occidental magnifique todavía más los disparates norcoreanos con la consiguiente distorsión de los hechos.

La condena a 15 años de extrema reclusión por un amago de robo (al menos esta es la versión que ha trascendido) que en otro país hubiera supuesto una multa o una simple amonestación, refleja la degradación de Corea del Norte como consecuencia de un régimen liderado por el inefable Kim Jong-un, quien parece sentirse cómodo en su papel de matón de cantina mientras dirige el país con mano de hierro. Un personaje de historieta al que le gusta experimentar con misiles de largo alcance.

No hay salidas fáciles para Corea del Norte. Pero creo que profundizar en su aislamiento sólo puede conducir al encapsulamiento de una dictadura ya de por sí acorazada y cada vez más autista.

Quizás convendría relajar el cerco que perjudica sobre todo a la población civil, apartar las cañoneras y volcar toneladas de diplomacia en ese país para tratar de reincorporarlo a la comunidad internacional o, cuando menos, mitigar su condición de outsider.

Pero para cualquier desdramatización resulta indispensable el concurso de China y otros actores clave de la región que deberían invertir más tino y energías en el tratamiento de un fenómeno que adquiere un perfil esperpéntico, como muestran las estrambóticas sentencias que se estilan en Corea del Norte para condenar a nativos y foráneos por faltas menores, entre otros excesos.

En honor a la verdad, habría que agregar que estos castigos desmesurados no son ni mucho menos patrimonio de Corea del Norte, aunque en este país se prodiguen con excesiva frecuencia.

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