La muy prescindible adolescencia

Asegura el escritor Juan José Millás a propósito de su última novela (Mi verdadera historia): "La adolescencia es una edad tan determinante que no se deja de abandonar nunca". Yo no comparto su apreciación. Creo que la adolescencia más bien es una etapa prescindible en lo general y escasísimamente aportadora en lo que respecta a la verdadera cocción individual que debería ocurrir a posteriori.
Tan es así, que no pocos adolescentes estúpidos se descubren con el paso del tiempo como ciudadanos responsables, estupendos profesionales o progenitores ejemplares.
En lo personal, no echo en falta ni un solo día de aquella época excesivamente embarullada, en la que las únicas batallas que se libran realmente son contra el acné, y en la que se tiende cada dos por tres al pataleo visceral que, éste sí, puede arrastrar consecuencias fatales que marquen de por vida al protagonista del mismo, aunque la rabieta brote con poco sustento.
Quizás por ello y más allá de las obras de ficción que abordan exclusivamente el divertimento juvenil, que tienen su mérito, se han escrito muy pocas novelas interesantes en las que el personaje principal sea un adolescente.
La única que he podido registrar como tal: El guardián entre el centeno, de J. D. Salinger. Desde mi punto de vista, una excelente aproximación literaria a ese temprano episodio de la existencia que en demasiadas ocasiones resulta tan desabrido como inútil, a pesar del empeño de Millás por reivindicarlo.

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