Obama, un presidente sobredimensionado

Barack Obama dejará el 20 de enero de 2017 la presidencia de Estados Unidos (EEUU) con grandes asignaturas pendientes y con una sobrevalorada imagen pública si repasamos su fallido mandato en diversos rubros, especialmente a nivel internacional donde los estragos continúan siendo mayúsculos.

La vigencia de la cárcel clandestina de Guantánamo que prometió clausurar, la apertura insuficiente hacia Cuba con el mantenimiento del injusto bloqueo sobre la isla, la falta de alternativas reales al conflicto sirio, los avisperos que siguen alborotados en Irak y Afganistán y su choque frontal con Rusia, son algunas de las realidades candentes achacables en buena parte a Obama que parece moverse mejor en el mundo de las formas que en el de los contenidos.

En el plano interno, la administración del primer presidente negro de los EEUU no ha logrado desactivar dos de sus más importantes desafíos. Fue incapaz de acabar con el discriminatorio sistema sanitario del país y no pudo reducir la fuerte presión sobre los inmigrantes irregulares, que fueron expulsados de EEUU durante el mandato de Obama con la misma contundencia de antaño y que siguen sin saber cuál será su destino en tierras americanas. Tampoco se atenuaron durante su administración los excesos policiales de tintes claramente racistas y que han generado escenarios de protesta muy preocupantes en las calles de ese país.

Obama es sin duda un presidente simpático, con glamur, pero muy inflado por los medios de comunicación a los que supo engatusar mucho antes de acceder a la Casa Blanca.

Siempre fue más amigo de los significantes que de los significados. Y así queda registrado en su muy desigual balance presidencial, que no obstante podría quedar minimizado ante las turbulencias que se avecinan con la llegada de Donald Trump.

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