La mala educación de Dylan

La concesión del premio Nobel de literatura a Bob Dylan está evidenciando la pésima educación del artista, cuyos méritos ante el micrófono se hallan fuera de toda discusión.
Primeramente Dylan ignoró a la academia sueca manteniendo durante días una incomprensible mudez que generó todo tipo de especulaciones. Y ahora, presa de otro berrinche, anuncia que no acudirá a la gala de los Nobeles que se celebrará en Estocolmo debido a su apretada agenda (¿?).
Evidentemente caben todas las conductas en relación a un premio institucional, excesivamente politizado, que ha sido cuestionado en más de una ocasión y que provocó el repudio sin ambages de pensadores como Jean Paul Sartre, reacio a las condecoraciones oficiales.
“Un escritor que adopte posiciones políticas, sociales o literarias debe actuar solo con sus propios medios, esto es, el mundo escrito. Todos los honores que pueda recibir exponen a sus lectores a una presión que no considero deseable”, apuntó el filósofo francés para justificar su rechazo.
No es el caso del cantante que aceptó el galardón, por lo que sus desaires no proceden. Sobre todo porque puestos a patalear tendría que aclarar si su negativa a recoger el Nobel incluye renunciar a los más de 860 mil dólares de dote.
Es evidente que a Dylan le sobra vanidad y le falta envergadura fuera de los escenarios, más allá de la polémica generada por un premio que en lo personal también me parece desmedido por muchos valores artísticos que cargue el trovador.

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