El best seller español, bajo sospecha

Ejercer de intelectual no sólo implica poner a prueba las neuronas en solitario, frente al folio en blanco o la probeta vacía, y salir del embate más o menos victorioso. También exige comportamientos ejemplares en público, que sirvan para que otros tantos los emulen; que contagien buenamente a quienes buscan aportar en la medida de sus posibilidades.

En este sentido, la causa reabierta contra el best seller español Ildefonso Falcones por un presunto fraude fiscal de 1, 4 millones de euros a propósito de su archivendida “La catedral del mar”, sirve de base para apuntar que la mala praxis ciudadana no es patrimonio de nadie.

Hablamos de una literatura hecha mayormente para su posterior rodaje comercial, de un escritor que está hoy bajo sospecha fiscal y al que algún aprensivo podría imaginar tecleando su obra mientras contabiliza a la manera del Tío Gilito los ejemplares que despachará en sucesivas ediciones.

Resulta obvio subrayar que la pluma se ha puesto muchas veces al servicio del lucro para que el escritor, sobre todo mediano, pero rabiosamente popular, mutara en mercenario. Y en ocasiones, cuando los dineros embarullan, arrastra consecuencias legales, más allá de que el proceso en cuestión sea finalmente desestimado.

Por supuesto, corresponde a la justicia dictaminar si Falcones ha delinquido; pero ello no impide lamentar que la evasión de responsabilidades sociales se produzca con harta frecuencia en ese mundillo de garzas, sabiondas y no tanto, en el que la voracidad y la adicción al champán cinco estrellas acaban comiéndose hasta el último gramo de talento. Si es que el genio existía con anterioridad, claro.

La foto que adjunto de Falcones posando, propiedad de Europa Press, es decidora. Pareciera que a sus espaldas, en vez de libros, hubiera ristras del mejor embutido ibérico a la venta. ¿Será?




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