Reivindicando a Marx
Con la solidez que le distingue, Vicenç Navarro reitera en
el artículo que adjunto la plena vigencia de Karl Marx, aunque muchos
indocumentados hayan sepultado sus ideas con paletadas de corrección política,
modernidades de última hora o aireando las supremas bondades del capitalismo
frente a las intentonas fallidas de los tantos subversivos que en el mundo han
sido.
Pero la realidad demuestra a cada rato que la plusvalía
sigue lastrando a las clases menos favorecidas y que las rebajas salariales que
los capataces del capitalismo estimulan en su propio beneficio merman
obviamente las rentas del trabajo y fomentan la desigualdad social.
Con ello, se rompe el necesario equilibrio entre la oferta y
la demanda y se tienta a la recesión, mientras pierde fuerza uno de los
principales motores con los que el sistema cuenta para salir del hondón: el
consumo más o menos generalizado de bienes y servicios.
“Los trabajadores son
importantes para los mercados como compradores de bienes y servicios. Ahora
bien, la dinámica del capitalismo lleva a que los salarios –el precio de un
trabajo- bajen cada vez más, motivo por el que se crea un problema de falta de
demanda de aquellos bienes y servicios producidos por el sistema capitalista,
con lo cual hay un problema, no solo en la producción, sino en la realización
de los bienes y servicios. Y este es el problema fundamental en la dinámica
capitalista que lleva a un empobrecimiento de la población, que obstaculiza a
la vez la realización de la producción y su realización”. Marx dixit. Claro
como el agua.
Público.es
Marx llevaba bastante razón
Vicenç Navarro (Agosto 2016)
Como consecuencia del enorme dominio que las fuerzas
conservadoras tienen en los mayores medios de difusión y comunicación, incluso
académicos, en España (incluyendo Catalunya), el grado de desconocimiento de
las distintas teorías económicas derivadas de los escritos de Karl Marx en
estos medios es abrumador. Por ejemplo, si alguien sugiere que para salir de la
Gran Recesión se necesita estimular la demanda, inmediatamente le ponen a uno
la etiqueta de ser un keynesiano, neo-keynesiano o “lo que fuera” keynesiano.
En realidad, tal medida pertenece no tanto a Keynes, sino a las teorías de
Kalecki, el gran pensador polaco, claramente enraizado en la tradición
marxista, que, según el economista keynesiano más conocido hoy en el mundo,
Paul Krugman, es el pensador que ha analizado y predicho mejor el capitalismo,
y cuyos trabajos sirven mejor para entender no solo la Gran Depresión, sino
también la Gran Recesión. En realidad, según Joan Robinson, profesora de
Economía en la Universidad de Cambridge, en el Reino Unido, y discípula
predilecta de Keynes, este conocía y, según Robinson, fue influenciado en gran
medida por los trabajos de Kalecki.
Ahora bien, como Keynes es más tolerado que Marx en el mundo
académico universitario, a muchos académicos les asusta estar o ser percibidos
como marxistas y prefieren camuflarse bajo el término de keynesianos. El
camuflaje es una forma de lucha por la supervivencia en ambientes tan
profundamente derechistas, como ocurre en España, incluyendo Catalunya, donde
cuarenta años de dictadura fascista y otros tantos de democracia supervisada
por los poderes fácticos de siempre han dejado su marca. Al lector que se crea
que exagero le invito a la siguiente reflexión. Suponga que yo, en una
entrevista televisiva (que es más que improbable que ocurra en los medios
altamente controlados que nos rodean), dijera que “la lucha de clases, con la
victoria de la clase capitalista sobre la clase trabajadora, es esencial para
entender la situación social y económica en España y en Catalunya”; es más que
probable que el entrevistador y el oyente me mirasen con cara de incredulidad,
pensando que lo que estaría diciendo sería tan anticuado que sería penoso que
yo todavía estuviera diciendo tales sandeces. Ahora bien, en el lenguaje del
establishment español (incluyendo el catalán) se suele confundir antiguo con
anticuado, sin darse cuenta de que una idea o un principio pueden ser muy
antiguos, pero no necesariamente anticuados. La ley de la gravedad es muy, pero
que muy antigua, y sin embargo, no es anticuada. Si no se lo cree, salte de un
cuarto piso y lo verá.
La lucha de clases existe
Pues bien, la existencia de clases es un principio muy
antiguo en todas las tradiciones analíticas sociológicas. Repito, en todas. Y
lo mismo en cuanto al conflicto de clases. Todos, repito, todos los mayores
pensadores que han analizado la estructura social de nuestras sociedades –desde
Weber a Marx- hablan de lucha de clases. La única diferencia entre Weber y Marx
es que, mientras que en Weber el conflicto entre clases es coyuntural, en Marx,
en cambio, es estructural, y es intrínseco a la existencia del capitalismo. En
otras palabras, mientras Weber habla de dominio de una clase por la otra, Marx
habla de explotación. Un agente (sea una clase, una raza, un género o una
nación) explota a otro cuando vive mejor a costa de que el otro viva peor. Es
todo un reto negar que haya enormes explotaciones en las sociedades en las que
vivimos. Pero decir que hay lucha de clases no quiere decir que uno sea o deje
de ser marxista. Todas las tradiciones sociológicas sostienen su existencia.
Las teorías de Kalecki
Kalecki es el que indicó que, como señaló Marx, la propia
dinámica del conflicto Capital-Trabajo lleva a la situación que creó la Gran
Depresión, pues la victoria del capital lleva a una reducción de las rentas del
trabajo que crea graves problemas de demanda. No soy muy favorable a la cultura
talmúdica de recurrir a citas de los grandes textos, pero me veo en la
necesidad de hacerlo en esta ocasión. Marx escribió en El Capital lo siguiente:
“Los trabajadores son importantes para los mercados como compradores de bienes
y servicios. Ahora bien, la dinámica del capitalismo lleva a que los salarios
–el precio de un trabajo- bajen cada vez más, motivo por el que se crea un
problema de falta de demanda de aquellos bienes y servicios producidos por el
sistema capitalista, con lo cual hay un problema, no solo en la producción,
sino en la realización de los bienes y servicios. Y este es el problema
fundamental en la dinámica capitalista que lleva a un empobrecimiento de la
población, que obstaculiza a la vez la realización de la producción y su
realización”. Más claro, el agua. Esto no es Keynes, es Karl Marx. De ahí la
necesidad de trascender el capitalismo estableciendo una dinámica opuesta en la
que la producción respondiera a una lógica distinta, en realidad, opuesta,
encaminada a satisfacer las necesidades de la población, determinadas no por el
mercado y por la acumulación del capital, sino por la voluntad política de los
trabajadores.
De ahí se derivan varios principios. Uno de ellos, revertir
las políticas derivadas del domino del capital (tema sobre el cual Keynes no
habla nada), aumentando los salarios, en lugar de reducirlos, a fin de crear un
aumento de la demanda (de lo cual Keynes sí que habla) a través del aumento de
las rentas del trabajo, vía crecimiento de los salarios o del gasto público
social, que incluye el Estado del bienestar y la protección social que Kalecki
define como el salario social.
Mirando los datos se ve claramente que hoy las políticas
neoliberales realizadas para el beneficio del capital han sido responsables de
que desde los años ochenta las rentas del capital hayan aumentado a costa de
disminuir las rentas del trabajo (ver mi artículo “Capital-Trabajo: el origen
de la crisis actual” en Le Monde Diplomatique, julio 2013), lo cual ha creado
un grave problema de demanda, que tardó en expresarse en forma de crisis debido
al enorme endeudamiento de la clase trabajadora y otros componentes de las
clases populares (y de las pequeñas y medianas empresas). Tal endeudamiento
creó la gran expansión del capital financiero (la banca), la cual invirtió en
actividades especulativas, pues sus inversiones financieras en las áreas de la
economía productiva (donde se producen los bienes y servicios de consumo) eran
de baja rentabilidad precisamente como consecuencia de la escasa demanda. Las
inversiones especulativas crearon las burbujas que, al estallar, crearon la
crisis actual conocida como la Gran Depresión. Esta es la evidencia de lo que
ha estado ocurriendo (ver mi libro Ataque a la democracia y al bienestar.
Crítica al pensamiento económico dominante, Anagrama, 2015)
De ahí que la salida de la Gran Crisis (en la que todavía
estamos inmersos) pase por una reversión de tales políticas, empoderando a las
rentas del trabajo a costa de las rentas del capital. Esta es la gran
contribución de Kalecki, que muestra no solo lo que está pasando, sino por
dónde deberían orientar las fuerzas progresistas sus propuestas de salida de
esta crisis, y que requieren un gran cambio en las relaciones de fuerza
Capital-Trabajo en cada país. El hecho de que no se hable mucho de ello
responde a que las fuerzas conservadoras dominan el mundo del pensamiento
económico y no permiten la exposición de visiones alternativas. Y así estamos,
yendo de mal en peor. Las cifras económicas últimas son las peores que hemos
visto últimamente.
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