El glamur y los sueldos vergonzosos

Patético el debate sobre la diferencia de salarios en Hollywood, donde al parecer los actores cobran el doble que las actrices. Conmovedor, que las mujeres de la farándula facturen sólo un puñado de millones de dólares al año frente a los dos puñados igualmente millonarios que perciben los hombres.

En un planeta donde la hambruna hace estragos, donde la injusticia se enseñorea, donde la desigualdad social campa a sus anchas, donde la explotación, menores incluidos, es una práctica generalizada, resulta que el hecho de que las muy potentadas actrices estén en desventaja pecuniaria es motivo de atención mediática. Una y otra vez el señalamiento, mientras se solapan los gravísimos problemas que nos afectan como especie.

Que las divas no sean tan afortunadas como los divos a la hora de recibir el cheque es algo insustancial, porque el meollo de la cuestión es que unos y otros están embolsándose sueldos desproporcionados, impúdicos, si los comparamos con los que se estilan en prácticamente todas las actividades laborales.

Esos honorarios que marean se vuelven especialmente ofensivos cuando los observamos al trasluz de la muy deprimida realidad que afecta a las tres cuartas partes del planeta y que contrasta con ese exhibicionismo del derroche que se practica en demasiadas plazas.

Para evitar suspicacias y diferencias de sexo, se me ocurre que todas las estrellas hollywoodenses deberían cobrar por su trabajo como máximo dos salarios mínimos mensuales, de esos que rigen en Estados Unidos. De este modo no sólo las estrellas tocarían piso y se humanizarían; tendrían también verdaderos motivos para el berrinche y no habría agravios comparativos que lamentar, ni cabreos que soportar cuando la frivolidad se instala en los titulares de prensa para encumbrar la estupidez. Algo que sucede muy a menudo en un sistema capitalista que estimula y legitima el lucro desmedido para lo que cuenta no sólo con el entusiasmo de los agraciados, sino también con la complicidad de no pocos descamisados.

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