Hinchas del PSV humillan a mendigas

El mundo del fútbol nunca me ha llamado la atención. Y me parece un espectáculo que en no pocos casos potencia la estupidez humana, por más que algunos intelectuales de renombre le concedan un rango extraordinario y filosofen sobre las posibilidades tridimensionales del esférico, las diez mil y una estrategias que se pueden aplicar en la cancha o las repercusiones galácticas del gol conseguido tras un minueto de piernas.
Mi desapego por el fútbol, y también mi aversión hacia algunas de sus manifestaciones, se reaviva cuando leo noticias como ésta: un grupo de hinchas del PSV holandés, venido expresamente a la capital española para presenciar el partido de Champions contra el Atlético de Madrid, humilló a algunas mendigas que pedían limosna en la Plaza Mayor.
"Varios aficionados han quemado billetes delante de ellas, les han pedido que hagan flexiones a cambio de dinero o han coreado lemas como `no crucéis la frontera´, en alusión a la crisis de refugiados en Europa", relata El País sobre la vejación de la que fueron objeto las mujeres indigentes.
Cierto que otros hinchas holandeses allí presentes trataron con el respeto debido a las mendigas. Aunque es paradójico que haya que enfatizar comportamientos cívicos, amables, cuando éstos deberían ser la norma. Sin excepciones.
Pero ahí queda la estampa madrileña de estos descerebrados que se desviven por el fútbol, que siguen a su equipo allá donde va, que se desmelenan a cada rato, que gritan, gritan y gritan consignas intrascendentes… y a los que aún les sobra tiempo para maltratar a sus congéneres, sobre todo a los más vulnerables.
Probablemente porque es el deporte más popular del mundo, en las gradas de los estadios existe un porcentaje de pendejos con iniciativa (México dixit) mayor que el que se registra en otras justas.

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