¡Son vuestras guerras, son nuestros muertos!

Entre tanta ñoñería y palabrería generadas por los atentados terroristas en París, sin que se ahonde en las causas de la barbarie ni se haga reflexión alguna sobre los hechos, bienvenidas las perspectivas que se apartan del discurso oficial y las lágrimas de cocodrilo que exhiben incesantemente los medios de comunicación, sobre todo los audiovisuales.
Evidentemente los yihadistas son unos fanáticos armados y peligrosos, a los que hay que desactivar cuanto antes y por todos los medios disponibles.
Pero conviene subrayar que Estados Unidos y sus más decididos aliados, como Francia y Gran Bretaña, figuran en gran medida como responsables del desaguisado en el que se ha convertido el Medio Oriente, caldo de cultivo del Ejército Islámico (EI) y otros grupos igual de enajenados tras las desastrosas campañas en Irak, Afganistán y ahora en Siria, países que han sido destartalados por las intervenciones militares de las potencias occidentales sin que haya mermado un gramo el yihadismo, sin que se haya construido una realidad más mullida para los nativos, sin que haya llegado la tan cacareada democracia.
En este contexto repleto de intereses geopolíticos y rentabilidades guerreras, con los enormes yacimientos energéticos como telón de fondo, continúa abierto el grifo de Arabia Saudí que sirve para financiar a buena parte de las milicias suníes más extremistas, como el EI.
Esta nación petrolera, a pesar de su profunda alergia a las libertades y sus costumbres retrógradas, es un fiel aliado de Occidente por lo que sus jeques y clases dirigentes disfrutan de patente de corso a pesar de sus estrechos vínculos con el yihadismo que opera en una vasta zona de Medio Oriente y que exporta a Europa y otras latitudes su ideología vandálica y excluyente.
Me parece pues adecuado el lema que ventila el Sindicato de Estudiantes del Estado español en el muy pertinente texto que adjunto: ¡Son vuestras guerras, son nuestros muertos!

Sindicato de Estudiantes:

Ante los atentados de París, hacemos un llamamiento a que el próximo lunes 16 se celebre un minuto de silencio en todos los institutos y universidades públicas. Proponemos que se lea el siguiente comunicado contra el terrorismo yihadista y las guerras imperialistas, en solidaridad con todas sus víctimas.

En la noche de ayer, 13 de Noviembre, París fue duramente golpeada por un ataque terrorista que deja en este momento un saldo provisional de 127 muertos y 300 heridos, 80 de ellos en estado crítico. La magnitud de este atentado sólo se puede comparar con la matanza que el 11 de marzo de 2004 asoló la ciudad de Madrid.

Igual que entonces, la solidaridad de miles de personas no se ha hecho esperar. Las largas hileras de gente anónima que en la Puerta del Sol hacían cola pacientemente para poder donar sangre, hoy se han reproducido en los centros de salud parisinos con gente dispuesta a esperar hasta tres horas para poder donar su sangre. Éste no ha sido el único ejemplo de solidaridad, muchos han sido los jóvenes, mayores, e inmigrantes, que desde los primeros minutos utilizaron las redes sociales para abrir sus casas a quienes, conmocionados y con el miedo por los atentados, deambulaban por las calles en busca de refugio.

Toda nuestra solidaridad y sentimientos se encuentran hoy con el pueblo francés, con los millones de jóvenes y trabajadores que permanecen conmocionados en sus hogares tratando de comprender qué es lo que ha sucedido. Desde el Sindicato de Estudiantes condenamos enérgicamente estos actos de terrorismo. Pero en estos duros momentos también es necesario señalar que han sido las políticas imperialistas de los gobiernos occidentales las que han creado las condiciones para que estos grupos yihadistas surjan del lodo y la miseria, de esas guerras que por petróleo y materias primas se han llevado a cabo en África y Oriente Próximo para beneficio de un puñado de grandes multinacionales.
Los grupos terroristas que han provocado la masacre en París son un conglomerado de elementos reaccionarios que juegan un papel muy similar al que en los años 30 jugaba el fascismo en Europa: el de sembrar el miedo y el terror entre la población de cualquier país del mundo. Con esa misma intención actuó ayer el ISIS en París, y con los mismos objetivos Al Qaeda y el ISIS lo hicieron en el norte de África y Oriente Medio en un combate sangriento contra los movimientos revolucionarios que en la Primavera Árabe se levantaron contra las dictaduras que durante décadas les habían sometido.

En estos momentos de profundo dolor, resulta lamentable escuchar a Barack Obama, François Hollande o Mariano Rajoy, aprovechar el enorme sufrimiento que estos atentados han causado en millones de personas en todo el mundo, para presentarse como los garantes de la libertad, la democracia y los derechos humanos. Estos mismos y otros muchos dirigentes occidentales han sido los impulsores de todo tipo de aventuras imperialistas que han arrasado países enteros, provocando en millones de personas el mismo dolor que hoy padecemos en Europa.

No conformes con esto, estos “defensores de los derechos humanos y la libertad”, quieren utilizar el miedo y el sufrimiento para justificar un incremento de la intervención imperialista que ya están desarrollando en Siria y en toda la zona. Exactamente la misma fórmula que, tras los atentados del 11S en EEUU, se utilizó para justificar las guerras en Iraq y Afganistán.

Por más que afirmen lo contrario, los derechos humanos, el bienestar y el desarrollo civilizado no están dentro de las preocupaciones de los líderes europeos. Así lo están demostrando con el abandono, la persecución y la represión a centenares de miles de refugiados que huyen de la guerra y de la destrucción, así como del horror que el ISIS y otros grupos terroristas similares siembran en sus países. Las políticas “humanitarias” de occidente se reducen al hacinamiento de miles de personas en campos de internamiento, al cierre de fronteras y a la financiación de terceros países para la construcción de grandes muros que impidan la llegada de nuevos refugiados a Europa. Mientras tanto miles de hombres, mujeres y niños se dejan la vida en el camino.

Hoy, al ver las dramáticas imágenes del horror en París, resulta más fácil ponerse en la piel de millones de personas que, a diario, sufren las consecuencias de las guerras que solo defienden los intereses de unos pocos. Da igual nuestro color de piel, nacionalidad o religión. Siempre somos los mismos, jóvenes y trabajadores anónimos, los que pagamos los platos rotos de las guerras imperialistas. Es por esto que tenemos que ser claros al decir no a la barbarie capitalista que nos condena al terrorismo y a las guerras imperialistas.

¡Son vuestras guerras, son nuestros muertos!


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