El diario El País, en picada...

Éste es un perfecto retrato de la degradación de un periódico, facturado por la defensora del lector de El País, Lola Galán, a quien la tarea eximente le viene grande. Pero imagino que pensará en su salario mensual cada vez que golpea la tecla en defensa de sus amos, porque algunos de sus subrayados para justificar el despido de Miguel Ángel Aguilar son sencillamente insultantes.
No hablamos de un subversivo perseverante, castigado por sus continuas proclamas incendiarias. Hablamos de Aguilar, uno de los mayores equilibristas que ha dado la profesión periodística de este país, un profesional absolutamente inofensivo para el establishment. Y aun así, se impuso la guillotina…

Lola Galán, defensora del lector de El País (15.11.2015)

El final de una colaboración

La repentina supresión de las columnas de Miguel Ángel Aguilar ha provocado quejas de lectores y revuelo en Internet

El miércoles por la mañana recibí de un lector, Pedro Brañas, un correo con un enlace a un medio digital donde se informaba de que EL PAÍS había suprimido las columnas de Miguel Ángel Aguilar. De ser cierta la noticia, decía el lector, “ruego comunique mi más enérgica protesta a la dirección de ese diario”. No era el único mensaje, más o menos condenatorio, que llegaba a mi buzón, en referencia a un tema que había revolucionado ya Internet.

La noticia procedía del diario digital infoLibre, y citaba “fuentes del entorno” del periodista, que decían: “Le llamó José Manuel Calvo, el jefe de Opinión, y le dijo que para liberarle de la presión que denunciaba en el artículo del New York Times quedaba suspendida su columna”.

La información relacionaba la marcha del columnista con unas declaraciones suyas contenidas en un artículo publicado el 6 de noviembre por The New York Times bajo el título Los medios españoles se encuentran ahogados entre el Gobierno y la deuda. Aguilar decía: “Trabajar en EL PAÍS era el sueño de muchos periodistas españoles. Pero ahora, hay gente tan molesta que se está yendo, a veces, incluso con la sensación de que se ha llegado a niveles de censura”.
El fichaje o la marcha de colaboradores no es tema que me competa, pero Aguilar era una firma familiar y admirada por muchos lectores, algunos de los cuales se han dirigido a mí para pedirme datos y comunicarme su disgusto o su decepción.
Por ese motivo he contactado con Aguilar, quien, en un mensaje como respuesta a un correo mío, me advertía: “De ninguna manera querría incorporarme a lo que Rafael Sánchez Ferlosio llama el victimato”. “Ni tampoco”, añadía, “reescribir en términos hostiles mi historia de 25 años en EL PAÍS —de 1980 a 1984 en la Redacción y desde 1994 como columnista semanal—, llena de satisfacciones personales y profesionales”. En conversación telefónica, más tarde, negó que sus declaraciones fueran una provocación y confirmó que lo publicado por infoLibre sobre su conversación con el jefe de Opinión de EL PAÍS se ajusta a la verdad.

Aguilar edita un periódico que es "competencia" directa de EL PAÍS, subraya Caño

Prescindir de Aguilar fue decisión del director, Antonio Caño, que explica sus razones en el siguiente mensaje: “Miguel Ángel Aguilar es el fundador y máximo responsable del periódico semanal Ahora, dedicado, como se describe en su cabecera, a la información política, económica y cultural, y por tanto un competidor directo de EL PAÍS. En las semanas previas a la aparición de ese periódico, se le comunicó a Aguilar que su participación en ese proyecto era incompatible con la continuación de sus colaboraciones en EL PAÍS, puesto que ambos medios eran competencia. Posteriormente, el propio Aguilar confirmó esa rivalidad en una comunicación interna a los socios de Ahora en la que les manifestaba que su periódico venía a llenar un hueco existente en España, donde, según sus palabras textuales, no había en este momento ningún periódico ‘que se pudiera llevar con orgullo bajo el brazo’. Aunque, por consideración a la buena relación con Aguilar, se le siguieron publicando artículos a la espera de que él mismo encontrase el momento apropiado para cumplir con nuestra petición de suspender la colaboración, nos vimos obligados a hacerlo finalmente tras leer sus comentarios en un artículo de The New York Times que resultaban altamente injuriosos para este periódico, tan injuriosos y falsos que, desde luego, hubieran sido razón suficiente como para que dejara de colaborar”.

“Nunca he puesto en cuestión el trabajo de Aguilar, ni tengo nada que objetar a sus ambiciones profesionales. Este periódico recogió, tanto en su edición impresa como digital, la salida de Ahora al mercado, y yo mismo saludé la aparición del nuevo periódico en mi cuenta de Twitter. A día de hoy, sigo deseándole lo mejor a ese proyecto. Aunque, tal y como establece el Estatuto de la Redacción de EL PAÍS, el director tiene derecho de veto sobre todos los contenidos del periódico, jamás permití o solicité que se tocase una sola coma de los artículos de Aguilar, estuviera o no de acuerdo con su contenido. Este periódico ha mantenido una larga y satisfactoria relación de colaboración con Aguilar que solo ha tenido que ser interrumpida porque Miguel Ángel Aguilar ha creado su propio periódico, que, lógicamente, es el espacio más adecuado para que publique sus artículos. Que ese final haya resultado abrupto y haya sido motivo de la preocupación de algunos lectores se debe únicamente a la decisión de Aguilar de opinar sobre este periódico de forma injusta, como él sabe perfectamente”.

“Los espacios de opinión de EL PAÍS no son propiedad de nadie, tampoco de los colaboradores que los ocupan durante un determinado periodo de tiempo. Sustituir a un columnista por otro no es un acto de censura, sino la lógica evolución de un producto informativo que trata de ir acompasado con los tiempos. Entiendo que algunos lamenten que Aguilar haya dejado de colaborar en EL PAÍS, pero estoy seguro de que su espacio será bien ocupado por otro periodista a la espera de una oportunidad”.

Lo que no sé es el tiempo que se hubiera mantenido la columna de Aguilar de no haber existido esas declaraciones a The New York Times.



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