Vetos injustificables
La resistencia numantina del gobernante Partido Popular (PP)
a reformar la Constitución sólo puede obedecer al temor de que la iniciativa se
salga de madre y ponga en peligro la sacrosanta unidad de las tierras de España,
debilitando de rebote a la institución monárquica.
Sólo así se entiende el rechazo del PP a las propuestas más
que sensatas de la oposición para acometer asuntos tan necesitados de barniz
como la politización de la justicia a los más altos niveles o el régimen de las
autonomías, que se muestra exhausto amén de ineficaz, tal como refleja el proceso soberanista catalán y las muchas inquietudes vascas.
Es evidente que la Constitución española en algunos de sus
apartados encorseta más que libera, y de ahí el descontento y las incomodidades que afloran en no
pocos sectores de este país de países.
La modificación del esquema de circunscripciones electorales que
privilegia a los grandes partidos y a las formaciones que tienen el voto concentrado;
la reconversión del estado de las autonomías en un sistema federal que
satisfaga especialmente los anhelos de las nacionalidades históricas (Cataluña,
País Vasco y Galicia), y la reforma de los máximos órganos de justicia para que
dejen de ser correas de transmisión de los partidos que designan a sus
integrantes, son tareas que se deben acometer sin mayor dilación mediante la
reforma de una Constitución labrada en tiempos enrarecidos, cuando agonizaba la
dictadura franquista, con todos los lastres que ello conlleva.
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