Victoria Kent, in memoriam





Victoria Kent siempre me ha parecido una mujer extraordinaria, que fue capaz de anteponer las necesidades del colectivo a las urgencias de su gremio en momentos especialmente duros.
Ha sido denostada por muchas feministas por su arenga parlamentaria, políticamente incorrecta, cuando en los años 30 del siglo pasado advirtió del riesgo que implicaba para el progreso de la República el reconocimiento del voto de las mujeres, doblemente sometidas en una España muy católica, rural y reaccionaria.
Su valiente postura, cargada de dolorosas razones en un contexto que no admite ser interpretado desde los parámetros actuales, le valió el destierro por parte de los movimientos feministas que, por su posicionamiento sectorial, se revelan casi siempre como excluyentes y, en este caso de demonización, especialmente injustos y demagogos.
Ante la iniciativa de conceder por primera vez en España el voto a las mujeres que sí podían ser electas, Victoria Kent intervino como diputada por el Partido Republicano Radical Socialista en el Parlamento el 1 de octubre de 1931 con estas palabras: 
“Señores diputados, pido en este momento a la Cámara atención respetuosa para el problema que aquí se debate, porque estimo que no es problema que debamos pasar a la ligera; se discute en este momento el voto femenino y es significativo que una mujer como yo se levante en la tarde de hoy a decir a la Cámara sencillamente que creo que el voto femenino debe aplazarse. Que creo que no es el momento de otorgarle el voto a la mujer española. Lo dice una mujer que en el momento crítico de decirlo, renuncia a un ideal. (...)
Por creer que con ello sirvo a la República… es por lo que me levanto esta tarde para pedir a la Cámara que despierte la conciencia republicana, que avive la fe liberal y democrática y que aplace el voto de la mujer. Lo pido porque no es que con ello merme en lo más mínimo la capacidad de la mujer; no, señores diputados, no es cuestión de capacidad, es cuestión de oportunidad para la República (...)
Si las mujeres españolas fuesen todas obreras, si las mujeres españolas hubiesen atravesado ya un período universitario y estuvieran liberadas en su conciencia, yo me levantaría hoy frente a toda la Cámara para pedir el voto femenino.
Pero en estas horas yo me levanto para decir lo contrario y decirlo con toda la valentía de mi espíritu, afrontando el juicio que de mí puedan formar las mujeres que no tengan este fervor y estos sentimientos republicanos que creo tener. Es por esto por lo que claramente me levanto a decir a la Cámara: o la condicionalidad del voto o su aplazamiento (...) Hoy, señores diputados, es peligroso conceder el voto a la mujer (…)”

Finalmente, el resultado de la votación fue de 161 votos a favor del reconocimiento del derecho al sufragio femenino y 121 en contra, con el matiz de que 188 diputados se ausentaron de la Cámara en el momento de la votación.
Previamente, la también diputada Clara Campoamor, del Partido Republicano Radical (centro derecha), había defendido el voto para las mujeres con el argumento de que la República debía redimirlas y acabar con su ostracismo.
Dos años después, en noviembre de 1933, las mujeres por primera vez acudieron a las urnas en unas elecciones a dos vueltas que ganó la Unión de Derechas que se convirtió en la primera fuerza parlamentaria de la II República.
Mientras se reivindica a Campoamor, Kent continúa siendo repudiada por ese feminismo ramplón que en términos generales está aportando muy poco a la comuna.

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