Polémico anuncio de González... uno más...
Si la oposición venezolana celebra la decisión de Felipe
González de defender jurídicamente a los dos políticos que están presos por
intentar descabalgar a las bravas al Gobierno de Nicolás Maduro, la noticia no
puede ser bien recibida por los que apostamos por una solución dialogada al
conflicto que ha prendido desde hace tiempo en ese país sudamericano.
El ex Presidente González ha declarado, en su calidad de abogado,
que se hará cargo de la defensa de los opositores venezolanos Leopoldo López y
Antonio Ledezma, ex alcalde de Caracas, presos en la cárcel militar de Ramo Verde,
en las afueras de la capital venezolana.
González hizo pública su iniciativa después de que
familiares de los dos presos antichavistas se pusieran en contacto con el
dirigente socialista para pedirle ayuda y colaboración.
Su anuncio estaría justificado por el continuo deterioro de
la situación de los Derechos Humanos en Venezuela y la ausencia de garantías
jurídicas de los acusados.
Pero en este guión hay demasiados renglones torcidos.
Para empezar, se parte de la buena voluntad de una oposición
que ha demostrado, por activa y por pasiva, ser una de las más cerriles y
manipuladoras del planeta, con más de una intentona golpista a sus espaldas y,
en muchos casos, con credenciales democráticas expedidas para la ocasión.
Ciertamente, los errores de Maduro son variopintos y
continuados. Pero su Gobierno ha sido elegido en las urnas y merece ser
tratado como tal en todos los lares, algo que no hacen ni la oposición ni sus
muchos aliados internacionales que exageran reiteradamente las pifias del
chavismo, ninguneando sus logros, para legitimar el asalto al poder.
Por lo demás, González perdió el rumbo hace mucho tiempo.
Sus actividades más que lucrativas, su desapego por las siglas socialistas, su
cada vez más reaccionario sentido del Estado, sus devaneos con los magnates
latinoamericanos a quienes asesora sin el menor escrúpulo, lo invalidan como
referencia internacional.
La decisión del ex Presidente español es provocadora e
inoportuna, por más que se haya celebrado en medios acólitos como El País, cuya
falta de credibilidad parece correr en paralelo a la del político español.
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