México desbordado
El presidente de México Enrique Peña Nieto propuso un plan de choque contra la violencia que busca desactivar la efervescencia social que surgió tras la
desaparición de los 43 alumnos de magisterio en Guerrero, hace ya dos meses, y
que se alimenta de otras tantas infamias sin resolver perpetradas por los
aparatos del Estado.
El decálogo de Peña Nieto, que evitó cualquier autocrítica,
contempla entre otras medidas la desaparición de las policías municipales que
en su mayoría han sido infiltradas por el narcotráfico hasta convertirse en
organizaciones delictivas, así como la conversión de algunos de los estados más pobres
del país, como Guerrero, Chiapas y Oaxaca, en zonas especialmente protegidas
para abatir la miseria, además de potenciar el combate contra la corrupción y
el control federal de los ayuntamientos más conflictivos.
Sin embargo, no sólo la policía municipal está infiltrada
por el narcotráfico. Otras fuerzas de seguridad y no pocas instituciones
regionales y federales se encuentran también desnaturalizadas por el poderoso circulante de
los cárteles.
El anuncio de Peña Nieto es un primer paso; pero tímido, muy
insuficiente para los enormes problemas de México, atenazado no sólo por la
violencia y la inseguridad.
La pobreza, la desigualdad social, la marginación de los
indígenas, la corrupción y la debilidad institucional que merman al estado de
Derecho, junto a la desafección ciudadana hacia los políticos, son otras tantas
asignaturas pendientes que deberían ser abordadas a fondo y cuanto antes si se
quiere evitar el empeoramiento irreversible de la convivencia en México y los continuos
brotes callejeros de una indignación más que sustentada.
Por lo demás, el desmantelamiento de la controvertida
policía municipal generará que muchos de estos efectivos se conviertan de la noche a la mañana en
delincuentes profesionales sin necesidad de ampararse en sus placas y uniformes, tal como ha sucedido en otras ocasiones en las que se desarbolaron divisiones policiales dedicadas a cometer fechorías de toda índole.
Comentarios