¿Por qué nadie demanda a Pilar Urbano?
En este país tan aficionado a las querellas, resulta extraño
que nadie hasta ahora haya demandado a Pilar Urbano por difamación. No es la
primera vez que alguien documenta el fallido golpe de Estado del 23 de febrero
de 1981 para aportar elementos inquietantes sobre el papel que interpretó el
rey Juan Carlos en ese turbio episodio que sigue sin esclarecerse y de cuya
gestación el Jefe del Estado no se habría mantenido lo suficientemente apartado.
Según las versiones más incorrectas, el Rey habría alentado de una u otra forma
el correctivo militar y se vio obligado a intervenir cuando el curso de los
acontecimientos se salió de madre. Una hipótesis que atenta contra la fama del
Monarca como desfacedor del 23-F desde sus inicios y garante incondicional de
la democracia. Urbano remueve las sospechas, aunque mucho más tibiamente que
otros autores, a propósito de su reciente ensayo sobre el santificado Adolfo
Suárez. Lo que ocurre es que ahora los censores no han podido retirar el libro
de la circulación. Y de ahí las reacciones en cadena, sincronizadas, y las
firmas recabadas para reivindicar la honorabilidad del Rey y las
descalificaciones en cascada hacia una autora muy conservadora, que se ha
distinguido siempre por su defensa del stablishment, monarquía incluida. Tal
como hizo cuando Urbano publicó las biografías de Juan Carlos y Sofía, que también fueron cuestionadas, la Casa
Real asegura ahora que es pura ficción lo que se cuenta en el libro sobre las andanzas
borbónicas con ocasión del fallido golpe. Pero no mueve una sola ficha en el
tablero judicial. Mucho fondo de armario; demasiado, aunque Urbano no sea un
dechado de rigor. Hasta ahora, los supuestos vilipendiados no han barajado
argumentos. Sólo brochazos en contra de la autora, eso sí, magníficamente
difundidos. La demanda conllevaría una inmersión en el pasado, con el
consiguiente revuelo judicial más allá de sus resultados. Alternativa indeseable por tanto para los mitómanos que abundan en este país de
países y que prefieren que la historia que no lleva sello oficial haga el menor
ruido posible.
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