Los señores de los fármacos
Produce mucha indignación y no menos rabia escuchar frases
como la lanzada en un arrebato por el consejero delegado de la farmacéutica
Bayer: "No creamos medicamentos para indios, sino para los occidentales
que pueden pagarlos", dijo en la India tras perder los nervios en una discusión puntual con las autoridades locales sobre los derechos de autor. Sin
embargo, aunque pudiera parecerlo, este alto ejecutivo no es la excepción. Marijn
Dekkers soltó en voz alta lo que piensan la gran mayoría de sus colegas en ese
mundo de los medicamentos con patente y destinados a salvar la vida de los
habitantes más acomodados del planeta. El consejero delegado se disculpó
después por sus palabras. Pero en su caso no hay justificación que valga; su
aserto es demasiado grave como para olvidarlo tras un arrepentimiento que está
mucho más cerca del marketing que de la buena voluntad. Las farmacéuticas son
depredadoras de postín en un mundo como el de la fabricación industrial de
pócimas cada vez más corrompido por el lucro, las comisiones millonarias y los genes
egoístas, que tienen uno de sus mejores caldos de cultivo en los despachos de mármol y caoba en los que engordan sus ejecutivos. Las farmacéuticas
siempre se han mostrado recelosas de los medicamentos genéricos que amenazan
sus enormes márgenes de beneficios y hasta se ha especulado con la posibilidad
de que estén frenando investigaciones clave para el descubrimiento de ciertas
vacunas que pondrían fin a sus suculentos negocios basados en la prevención, tan
parcial como costosa, de enfermedades como el paludismo. No sólo es grave que
oigamos frases deshumanizadas, como la del consejero de Bayer; resulta
igualmente doloroso constatar que tales barbaridades se reproducen en los
medios sin que se genere la menor alarma social. Con suerte, alguna respuesta
esporádica cuestionando el comportamiento de los gerifaltes de Bayer. Poca cosa,
muy poca cosa, para tanta provocación.
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