Bélgica, la muy civilizada
Hay países admirables, muy pocos. Bélgica es uno de ellos.
No sólo por la eutanasia, que permite irse buenamente a esos sufridos enfermos
a los que el piadoso cristianismo obliga a permanecer el tiempo que sea
menester en el infierno, éste sí constatable. Bélgica también es admirable por
su trayectoria política y social. Con una madurez colectiva envidiable, se
enfrenta con soltura a situaciones difíciles que en otros lares serían motivo de
quiebra, como la efervescencia nacionalista o las coaliciones de gobierno
imposibles sobre el papel. La gran Francia tiende a ningunearlo; pero este pequeño país ahí sigue, fabricando excelentes modelos.
La historia de Emiel Pauwels encierra una mezcla de miedo a
la enfermedad y valentía ante la muerte que le llevó a tomar un camino inimaginable
en casi cualquier otra parte del mundo (Bélgica es uno de los pocos países
donde la eutanasia está legalizada). “Para nosotros ha sido una cuestión
sencilla que hemos discutido juntos”, explica con admirable serenidad Eddy, su
único hijo. Cuando se le pregunta si ha sido duro aceptarlo, asegura haber
estado “al cien por cien junto a su padre” en esta elección, que no duda en
calificar de valiente.
El País (11.01.2014)
El hombre de las mil medallas termina la carrera
Llevaba toda la vida corriendo, una vocación de la que vivía
y que le había reportado, presumía, más de mil medallas. A sus 95 años, Emiel
Pauwels, el atleta más longevo del mundo, solo pensaba en nuevas metas. Y la
perspectiva de tener que renunciar a ellas por un cáncer de estómago le quitó
las ganas de seguir. Y no pensaba solo en el atletismo. Así que cuando este
belga nonagenario supo que la enfermedad le obligaría a cambiar de vida,
decidió acabar su carrera más larga. Él, que tantos retos había afrontado desde
los 14 años, optó por acogerse a la eutanasia. Murió el pasado martes por una
inyección letal tras despedirse por todo lo alto.
En conversación telefónica desde Brujas, donde tiene su
domicilio, el hijo de Pauwels explica los motivos: “Era el fin de su carrera
como atleta, ya no podía correr más y entonces decidió acabar con su vida.
Correr era muy importante para él”, concluye.
Tanto o más que el recurso a la eutanasia, la historia
conmueve por la forma que tuvo Pauwels de decir adiós a la vida. En lugar de
vivir el proceso de forma lacrimógena, el atleta abrió las puertas de su casa
en los últimos días a todo el que quisiera pasar a despedirse y coronó el adiós
con una fiesta el pasado lunes, un día antes de la muerte, rodeado de las 20 o
30 personas más queridas, entre ellas su hijo. Brindó con champán y lo
consideró “la última travesura” de su trayectoria.
La fiesta se convirtió en una auténtica oda a la vida. “No
lloréis por mí”, dijo a sus allegados, con los que quiso fotografiarse para
dejar constancia del momento. “Esas lágrimas me ponen triste. Sed felices, como
yo. Toda la gente a la que quiero está hoy aquí. Solo por mí. Por eso puedo ser
feliz”, recordó a los asistentes. Y concluyó: “Ha sido la mejor fiesta de mi
vida”.
Esa manera tan heterodoxa de celebrar la muerte ha
sorprendido a los propios belgas, acostumbrados a vivir la eutanasia como un
derecho del paciente cuando se enfrenta a una enfermedad terminal. Era el caso
de Pauwels, aunque con matices. El cáncer que le habían detectado en noviembre,
justo después de haber conseguido un oro en la Copa del Mundo 2013 celebrada en
Brasil, amenazaba con postrarlo en una cama hasta su muerte. Los médicos le
auguraban una buena recuperación y por eso lo habían animado a operarse. Pero
la hipótesis de pasar al menos 20 días en el hospital fue demasiado para él,
explica Bert Heyvaert, periodista del diario belga De Standaard, que lo
entrevistó poco antes del fallecimiento. “No quería sufrir a los 95 años.
Además, ya me estaba sintiendo bastante enfermo y no sabía si podría seguir
llevando la misma vida después de la operación. Así que decidí hacer los
papeles para la eutanasia”, le confió a este periodista.
En Bélgica es tradición organizar, tras el fallecimiento de
un ser querido, lo que se denomina una mesa de café. Los allegados comparten
mantel y recuerdan al fallecido mientras beben café acompañado de algo dulce.
Con el paso de las horas, las lágrimas iniciales suelen convertirse en sonrisas
al recordar los mejores momentos del difunto. Bert toma la analogía de un
experto en eutanasia al asegurar que lo que hizo Emiel Pauwels con la fiesta en
su domicilio fue “organizar su propia mesa de café en vida”.
El atleta belga, que seguía ganando a los 95 años, recurre a
la eutanasia. “Sed felices como yo”, pidió a sus amigos
La peripecia de Pauwels resulta, en todo caso, poco
representativa de la eutanasia tipo en Bélgica. De las más de 1.000 que se
realizan anualmente en el país (el 1% del total de fallecimientos, con un
importante incremento en los últimos años), una mínima parte se ajusta al
patrón de Pauwels: ancianos que consideran haber vivido lo suficiente y
prefieren marcharse antes de enfrentarse a una enfermedad sobrevenida. “Tres
cuartas partes de los enfermos que piden someterse a la eutanasia sufren
enfermedades muy graves, en fase terminal. Hay muy pocos casos que coincidan
con el perfil de Pauwels, nonagenario con un cáncer provocado por su edad”,
argumenta Marc van Hoey, presidente de la asociación Right to Die (Derecho a Morir)
en Bélgica. Este médico, con más de 20 años de experiencia a sus espaldas,
insiste en que el proceso es muy estricto y que los profesionales se aseguran
de que todas las eutanasias practicadas sean legales.
Bélgica es uno de los países más avanzados en la regulación
de la eutanasia (solo Holanda, Luxemburgo y Suiza la contemplan también en
Europa). La ley se aplica desde 2002 para adultos que hayan expresado la
voluntad de morir al experimentar un sufrimiento físico o psíquico que no se
puede aliviar. Pero hace apenas un mes, el Senado aprobó extender esa
posibilidad a los menores, sin límite de edad, aunque en circunstancias muy
excepcionales y con consentimiento paterno. La Cámara Baja aún debe ratificar
esta reforma para que entre en vigor.
Lejos de dejarlo ahí, el debate continúa. El Senado se
planteó, aunque de momento ha renunciado a regularlo, ampliar la eutanasia para
casos de demencia senil. Van Hoey lamenta que no se haya logrado y cree que esa
negativa a hacerlo “creará una brecha entre lo que quiere la población y lo que
los políticos creen que quiere”.
Antes de llegar a un estado terminal, Emiel Pauwels eligió
morir como había vivido: rezumando energía. La misma que exhibía en la carrera
que disputó el pasado marzo en San Sebastián, cuando resultó ganador en 60
metros lisos. Y con un sentido del humor del que hacía gala al aludir, casi
hasta el último momento, al interés que despertaba en las mujeres por sus
proezas deportivas.
Comentarios