Los desbarres del presidente Maduro
El último patinazo del Presidente de Venezuela ha ocurrido
con ocasión de la efemérides del pasado 12 de octubre. Partiendo de la base de
que la conquista de América, como cualquier otra conquista, estuvo repleta de
atrocidades, y teniendo en cuenta el hecho de que la conmemoración de lo que se
ha dado en llamar encuentro entre dos mundos podría ser radicalmente distinta y,
desde luego, mucho más reflexiva y reconciliadora, sólo queda reprobar a
Nicolás Maduro por esa ignorancia que luce en público sin el menor rubor y sin
que nadie le corrija nunca, esta vez tras rebautizar el 12 de octubre de 1492
como la jornada en la que comenzó el holocausto.
Insinuar que los indígenas vivían apaciblemente antes de que
llegaran los españoles y pregonar a los cuatro vientos que la fecha que nos
ocupa simboliza el inicio de la resistencia aborigen contra el dominio extranjero, constituyen exageraciones clamorosas que sólo pueden provenir del
desconocimiento de la propia historia.
Los grandes imperios como el azteca no sólo guerreaban con
harta frecuencia, sino que mantenían sojuzgados y cobraban tributos a otros
pueblos indígenas como los tlaxcaltecas, circunstancia que fue aprovechada por conquistadores
como Hernán Cortés para sumar descontentos en su avance hacia la antigua
Tenochtitlan. Otro tanto sucedía con el imperio Inca y también con etnias menos
estructuradas.
La resistencia indígena existía pues mucho antes del arribo
de los españoles; y se ejercía frente a poderes imperiales desplegados por los
mismos aborígenes a los que Maduro sacraliza con su habitual ligereza. Además, la
división de castas, la enajenación religiosa y la explotación del otro eran
realidades contundentes en las sociedades indígenas, muchas de ellas
partidarias de los sacrificios humanos, por lo que conviene abordar el fenómeno
sin prejuicios, en toda su extensión y complejidad. Claro, desde las dos
orillas del océano.
Especialmente porque hasta el día de hoy, en casi toda
América Latina, al indígena se le considera en la práctica como ciudadano de
segunda categoría, y sigue siendo objeto de maltrato a pesar de la verborrea
oficial. Por lo demás, los indígenas no son los únicos antepasados de los
actuales latinoamericanos, mestizos en su inmensa mayoría.
La sublimación de los pueblos precolombinos es un error
descomunal que sólo puede conducir a una suerte de esquizofrenia social; al
igual que yerran los que glorifican las hazañas de unos conquistadores movidos fundamentalmente por la codicia y que alimentaron sus correrías con sangre y
fuego.
Con sus habituales salidas de tono, el presidente Maduro no
sólo se caricaturiza a sí mismo. Su afición a la demagogia, sus devaneos
celestiales y sus bravatas de cantina están empañando también la credibilidad a
nivel internacional de un proyecto político, económico y social que involucra a
muchos venezolanos.
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