El derecho a la eutanasia
Mientras en España se nos hurta el debate sobre la eutanasia,
países como Bélgica avanzan en la regulación del derecho a morir dignamente
ampliándolo a menores de edad. El catolicismo enajenador, sin ánimo de incurrir
en una redundancia, mantiene una actitud beligerante hacia la eutanasia e
impide incluso a los no creyentes ejercer su libre albedrío para acabar con el
sufrimiento innecesario. Invocando leyes divinas y morales rancias, acogotan a
los gobiernos y nos obligan a todos los demás a acatar normas, éstas sí
terrenales, que no proceden en los países realmente civilizados, donde impera
el laicismo y, sobre todo, el sentido común a nivel de Estado. Bélgica,
Holanda, Luxemburgo y Suiza son buenos ejemplos de cómo se puede legalizar la
ayuda a los enfermos irreversibles que, cansados de padecer y batallar,
apuestan sencilla y llanamente por morir. En lo personal iría todavía más
lejos: incluso en los casos terminales en los que no haya sufrimiento, tendría
que prevalecer el derecho al suicidio asistido.
El País
Lucía Abellán / Bruselas (18.10.2013)
Bélgica se dispone a abrir un capítulo inédito en la
regulación de la eutanasia. Tras casi dos años de debate, el proyecto para extender
esa posibilidad a los menores con enfermedades incurables ha entrado en su fase
final. La iniciativa belga resulta pionera porque renuncia a establecer un
requisito de edad para los menores que se acojan a esta solución extrema. El
Senado debate también la aplicación de la eutanasia a enfermos de alzhéimer,
aunque esta opción está mucho menos madura.
Bélgica es uno de los pocos países europeos —junto a
Holanda, Luxemburgo y Suiza— que tiene regulada la ayuda a quienes eligen morir
porque padecen una enfermedad incurable. La ley se aplica desde 2002 para
adultos que han expresado la voluntad de morir al experimentar un sufrimiento
físico o psíquico que no se puede aliviar. Entonces quedaron fuera los menores,
pero las reiteradas demandas de los médicos para regular este vacío legal han
devuelto la cuestión a las Cortes.
El interés belga por la eutanasia y el alto grado de
aprobación que suscita en todo el país han permitido abordar abiertamente un
asunto tan espinoso como el fin planificado de la vida de un menor. El senador
socialista Philippe Mahoux, uno de los principales impulsores de los cambios y cirujano
de formación, defiende la necesidad de hablar de ello sin prejuicios: “Lo que
es violento no es hablar de practicar la eutanasia, sino de que haya niños con
enfermedades incurables, que sufren un dolor irremediable”.
La mayor parte de la población respalda esta visión. Un 74%
de los belgas son favorables a esa extensión a los menores, según un reciente
sondeo publicado por el diario La Libre Belgique. El porcentaje subía al 79%
para el caso de los enfermos de alzhéimer. La expectación suscitada ante este
asunto llevó a televisar las numerosas comparecencias de expertos que ha habido
en el Senado, el órgano con iniciativa legislativa en Bélgica.
Uno de los elementos que más debate ha suscitado es el
relativo a la edad del menor. Frente al modelo holandés, que deja la decisión
en manos del menor entre 16 y 18 años y exige el consentimiento paterno para
casos entre los 12 y los 16, el legislador belga ha preferido no fijar límites.
La condición será que tengan “capacidad de discernimiento”, un criterio que,
además del médico que se enfrente a un caso de ese tipo, deberá evaluar un
psiquiatra infantil. En la actualidad, los menores emancipados (a partir de 15
años) ya pueden someterse a una eutanasia sin permiso paterno.
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