Siria: ¿otra primavera fallida?

Soy de los que están convencidos de que la Siria que surja del enconado conflicto que embarga a ese país, será sustancialmente peor que la actual, a pesar de los desmanes del régimen de Bashar Al Assad. Las barbaridades de los autodenominados rebeldes empatan con las atrocidades facturadas por el bando oficialista, incluso a la hora de programar limpiezas étnicas. En la oposición siria conviven demasiados comportamientos fundamentalistas, por lo que no cabe esperar mejores tiempos en el caso de que acaben imponiéndose por la fuerza o la negociación. Paradójicamente son los países árabes menos islamizados (Túnez, Libia, Egipto y ahora Siria) los que están siendo desestabilizados con una muy teledirigida estrategia internacional, habida cuenta de que la inconformidad ciudadana era insuficiente para poner en jaque a los regímenes respectivos. Ciertamente, existen propuestas alentadoras en el guión de algunos de los grupos opositores que batallan contra Al Assad. Pero también despuntan anhelos autoritarios, revanchistas, propuestas integristas y llamados explícitos a la sharia que implicarían un severo retroceso social si es que los talibanes de turno hegemonizan un proceso que lamentablemente apenas guarda relación con la emancipación popular, como ha quedado en evidencia con las malogradas primaveras que sacudieron la región y que no han servido para ventilar los respectivos ambientes. Mientras tanto, regímenes tan vetustos y reñidos con los derechos humanos como el de Arabia Saudí, aguantan indemnes con la complicidad de Occidente. Entre tanto movimiento de ajedrez oculto, el ejemplo más claro del despropósito intervencionista sigue llamándose Irak.

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