Que quede claro...
Siempre es importante posicionarse; sobre todo, cuando se
tienen responsabilidades políticas, colectivas. En esta ocasión, el Parlamento
español se ha pronunciado sobre la dictadura del general Francisco Franco (1939-1975) y la
conveniencia de condenarla anualmente. No ha prosperado la moción. El Partido
Popular (PP), heredero del pensamiento cavernario que prevaleció no sólo
durante ese periodo, sino durante la mayor parte de la historia de este país de
países, votó en contra de la proposición de ley de la Izquierda Plural que
pedía declarar el 18 de julio (fecha de 1936 en la que se alzaron los militares fascistas
contra la República legalmente constituida) día oficial de condena del
franquismo y homenaje a las víctimas de la Guerra Civil y la represión. Junto
al sufragio adverso del PP, que reivindica así su derechismo visceral a pesar
de sus cantos céntricos, se registró la abstención de Unión Progreso y
Democracia (UPyD), un engendro que nadie se
atreve a ubicar en el mapa ideológico, porque responde demasiadas veces a los tics más
reaccionarios, aunque pretenda mantener las distancias con la derecha española.
La abstención de este partido es mucho más grave que el voto en contra del PP, ya
que confirma lo que se deduce de su errático comportamiento: que UPyD está muy agazapado.
Que suele callar en los momentos trascendentales, como el que nos ocupa; y que, cuando habla, lo hace
a destiempo y, por lo general, con muy malos modos.
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