Mejor callados...
Soy de los que piensan que los presidentes de gobierno y jefes
de Estado, salvo que tengan un rango profesional o académico excepcional,
deberían mantenerse en un segundo plano, convenientemente alejados de los focos
mediáticos después de concluir su mandato.
Lamentablemente, tal cosa no sucede en España donde los ex
mandatarios acostumbran a intervenir a cada rato sin medir muchas veces el
alcance de sus declaraciones.
Ni Felipe González, ni José María Aznar, ni José Luis Rodríguez
Zapatero responden al perfil de imprescindibles. Ninguno de los tres ilumina escenario
alguno con su pensamiento, más allá de sus respectivas capacidades políticas.
Sin embargo, aleccionan una y otra vez, embarullan de continuo, sobre todo
González y Aznar que son los que más se resisten a la pérdida irremediable de
protagonismo.
Todos ellos han tenido responsabilidades mayúsculas en la
grave crisis que aqueja actualmente a España, ya que muchas de las causas del
estropicio se incubaron durante sus respectivos mandatos.
Aun así, los tres se atreven a suministrar recetas para la
recesión que no aguantan un análisis medianamente serio, porque se basan en
necesidades de trascendencia mediática, más que en el argumentario y la
reflexión documentada.
¿Por qué no actuaron cuando ejercían de mandamases con la
misma clarividencia de la que ahora alardean para denunciar errores colosales? Flaco
favor el que los ex presidentes, sumamente desconectados de las urgencias
cotidianas, le hacen a este país con su inagotable palabrerío.
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