Imbéciles con iniciativa
Las redes sociales se revelan devastadoras cuando los bulos
hacen acto de presencia en las mismas y se propagan como la pólvora mediante
una reproducción compulsiva que en cuestión de horas multiplica sus efectos
nocivos. Y lo que es más grave: irreparables. Es lo que ocurre cuando algunos
ciudadanos asumen competencias que no les corresponden, como la tarea de
informar. En el texto que adjunto se relata cómo la iniciativa de un internauta,
tan estúpida como bienintencionada, puede perjudicar severamente a una persona
cuando su fama se pone en entredicho en la red, con la simple herramienta de la
intuición, y se le adjudica en este caso una potencial criminalidad que obligó
incluso a la policía de Boston a actuar cuando no había ni siquiera indicios de tal
comportamiento delictivo, salvo una mochila, unos rasgos magrebíes y el atentado con explosivos como trasfondo. Para que
la información circule y alimente debe ser fiable, contrastada,
sometida a un inevitable y riguroso proceso de edición. Y este cotejo corresponde
hacerlo a los profesionales y no a los advenedizos o a los paranoicos de las
redes sociales que, por cierto, abundan. Los mexicanos aseguran con sarcasmo, y
con sobrada razón, que no hay nada peor que un pendejo con iniciativa. Aunque habría
que añadir ahora que tales iniciativas se vuelven especialmente peligrosas cuando el
pendejo de turno tiene un smartphone a su alcance.
Todo encajaba, pero era falso. En realidad el FBI a quien estaba buscando era a los hermanos Tzarnáev y no al pobre Salah Eddine Barhoum, un postadolescente cuyo rostro terminó en portada solo por acercarse a ver la maratón. "Tanto mi amigo como yo solo somos atletas, personas a las que nos gusta correr y ver cómo otros corren", explicaba Barhoum a New York Daily News.
elconfidencial.com
Alfredo Pascual
Internet ha demostrado ser más de lo que pensábamos: gracias
a ella hemos descubierto que se puede detener un desahucio, forzar la dimisión
de un político corrupto e incluso iniciar la mayor revolución ciudadana que ha
vivido el mundo árabe. La red tiene múltiples utilidades pero, por su carácter
masivo e inmediato, tiende a dar por buenas realidades completamente distorsionadas.
El pasado lunes, mientras Occidente permanecía en shock por
los atentados de Boston, miembros del foro 4Chan desarrollaban una
investigación paralela a la del FBI. A través de 57 instantáneas del lugar de
la deflagración, el estudio traza la dinámica de diversas asistentes a la
maratón, muestra posibles emplazamientos de las ollas y somete al escrutinio
público la actitud de algunas personas. Un trabajo muy coherente, que plantea
hipótesis lúcidas, con un solo problema: acusa de terrorismo a dos personas
inocentes.
Durante los primeros cuatro días el 4Chan Think Tank ha
atraído la atención de 3,5 millones de usuarios. De hecho, hasta que ayer el
FBI publicase las imágenes de los supuestos atacantes, los postulados por 4Chan
han sido los principales sospechosos para casi todo el mundo. Tanto es así que
el jueves The New York Post abría con la fotografía de los chicos bajo el
titular: "Los hombres de la mochila: los Federales buscan a estos dos
fotografiados en la maratón de Boston". Para terminar de cuadrar el
círculo, uno de ellos es musulmán.
Todo encajaba, pero era falso. En realidad el FBI a quien estaba buscando era a los hermanos Tzarnáev y no al pobre Salah Eddine Barhoum, un postadolescente cuyo rostro terminó en portada solo por acercarse a ver la maratón. "Tanto mi amigo como yo solo somos atletas, personas a las que nos gusta correr y ver cómo otros corren", explicaba Barhoum a New York Daily News.
La noticia cayó como un misil en la casa del joven
norteamericano de origen marroquí: "De repente llegaron 200 mensajes a mi
móvil. Es un completo desastre, me culpan de todas las muertes y las lesiones
de aquel día. Es lo peor que me podía haber pasado", le contó a la prensa
en presencia de sus padres.
Al parecer, Salah solo quería pasar una tranquila mañana
haciendo deporte con amigos y, de paso, retratarse en el photocall para tener
un recuerdo para la posteridad.
Barhoum, aconsejado por su familia y amigos, se entregó a la
policía el jueves. Le retuvieron 20 minutos en sus instalaciones antes de
negarle como sospechoso. Lo único que le recomendaron es que eliminase su
perfil de Facebook para no recibir más amenazas. "No lo voy a hacer,
porque no tengo nada que esconder. Que entre en mi perfil quien quiera para
comprobar que soy una persona normal que nunca ha hecho nada malo a
nadie", relata él.
Sin disculpas
No obstante las amenazas prosiguen. En los últimos días
algunas personas le han increpado con gritos racistas mientras corría por la
calle, como todas las mañanas. Su padre, ex atleta olímpico, está sufriendo
especialmente el trance, dado que ha tenido que luchar por integrar a su
familia en Massachusetts, uno de los estados más tradicionalistas del país, y
ve cómo todo se ha venido abajo de la noche a la mañana. "Quienquiera que
haya hecho esto es un auténtico criminal. ¿Quién va a pagar por este error?
Nosotros. ¡Ni siquiera puedo mandar a mi hijo al colegio!", lamentó ante
los medios de comunicación.
¿Y qué sucede con el New York Post? Que se pone de lado.
Apenas una horas después de que se destapase el fiasco de su portada, el editor
del tabloide colgaba en Twitter: "Respaldamos nuestra historia. La imagen
de portada fue enviada a las autoridades ayer por la tarde y es cierto que
estaban buscando a estos dos chicos. Nosotros no los identificamos como
sospechosos". Efectivamente, en ningún momento escriben esa palabra,
porque se trata de una canallada milimetrada de la que no solo saldrán impunes,
sino que ni siquiera tendrán que pedir perdón.
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