La plaga de los tertulianos

El aluvión de tertulianos de medio pelo que padece este país de países refleja como ningún otro indicador la mediocridad en la que nos hemos instalado. Salvo excepciones honrosas, la mayoría de los opinadores ejercen como tales desde la indocumentación y habiéndose posicionado ideológicamente en trincheras que defienden, pensando sobre todo en sus sueldos, con ráfagas de tópicos y falacias. Basta con repasar las nóminas de tertulianos de los distintos medios de comunicación, para constatar que muy pocos de ellos reúnen las condiciones mínimas para ejercer en esa difícil plaza de la opinión sustentada. Casi todos ellos son periodistas, ¡cómo no!, favorecidos sobre todo por el famoseo de su rostro, su amante, su cónyuge o su firma; alérgicos a la reflexión, faltos de argumentos, perfectos desilustrados, deambulan por los foros mediáticos engordando sus bolsillos y contaminando a las audiencias. Jodiendo el entorno, vaya. Sus cabezas son auténticos desvanes, repletos de muebles arrumbados. ¿Qué ha ocurrido en este país para que los zotes saquen el pecho y se erijan en expertos y busquen además aleccionar al prójimo?


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