El País Vasco más independentista y Galicia más paradójica
La opción soberanista arrasó en las elecciones del País
Vasco con la victoria del Partido Nacionalista Vasco (PNV), de tendencia
moderada, y la exitosa irrupción en las urnas de EH Bildu, coalición que reclama
abiertamente la independencia regional.
Con el 34. 6 por ciento de los votos, el PNV de centro derecha se alzó con la victoria en Euskadi, como se conoce a la región en lengua vasca, en tanto que la izquierdista Bildu obtuvo el 25 por ciento de los sufragios, cosechando los mejores resultados del independentismo radical vasco.
Por el contrario, el Partido Socialista de Euskadi (PSE) acusó el desgaste del poder y sufrió un severo descalabro electoral al perder 8 diputados y conseguir poco más del 19 por ciento de los votos, tras haber gobernado localmente en los últimos cuatro años con la ayuda del derechista Partido Popular (PP), que también retrocedió en las urnas al obtener el 11. 7 por ciento de los sufragios.
Pero el PNV no alcanzó la mayoría absoluta y tendrá dificultades para gobernar en solitario, por lo que deberá aliarse a nivel parlamentario con otros partidos, como los independentistas de Bildu que sin duda exigirán a cambio de su apoyo que el País Vasco avance de manera más decidida hacia la plena soberanía.
Prácticamente descartado el respaldo del conservador PP, la otra opción de los nacionalistas es pactar con los socialistas para conseguir cierta estabilidad de gobierno en los próximos cuatro años, por lo que ahora comenzará una intensa ronda de negociaciones en las que el PNV buscará la alianza parlamentaria menos perjudicial para sus intereses.
En las elecciones de 2009, el PNV no pudo establecer acuerdos legislativos a pesar de haber ganado las elecciones, por lo que tuvo que ceder el poder a los socialistas.
Con el 34. 6 por ciento de los votos, el PNV de centro derecha se alzó con la victoria en Euskadi, como se conoce a la región en lengua vasca, en tanto que la izquierdista Bildu obtuvo el 25 por ciento de los sufragios, cosechando los mejores resultados del independentismo radical vasco.
Por el contrario, el Partido Socialista de Euskadi (PSE) acusó el desgaste del poder y sufrió un severo descalabro electoral al perder 8 diputados y conseguir poco más del 19 por ciento de los votos, tras haber gobernado localmente en los últimos cuatro años con la ayuda del derechista Partido Popular (PP), que también retrocedió en las urnas al obtener el 11. 7 por ciento de los sufragios.
Pero el PNV no alcanzó la mayoría absoluta y tendrá dificultades para gobernar en solitario, por lo que deberá aliarse a nivel parlamentario con otros partidos, como los independentistas de Bildu que sin duda exigirán a cambio de su apoyo que el País Vasco avance de manera más decidida hacia la plena soberanía.
Prácticamente descartado el respaldo del conservador PP, la otra opción de los nacionalistas es pactar con los socialistas para conseguir cierta estabilidad de gobierno en los próximos cuatro años, por lo que ahora comenzará una intensa ronda de negociaciones en las que el PNV buscará la alianza parlamentaria menos perjudicial para sus intereses.
En las elecciones de 2009, el PNV no pudo establecer acuerdos legislativos a pesar de haber ganado las elecciones, por lo que tuvo que ceder el poder a los socialistas.
Pero ahora, tras las primeras elecciones que se celebraron
sin la amenaza de ETA, el escenario es muy distinto.
El debilitado PSE no está en condiciones de encabezar un
hipotético Gobierno y los independentistas de Bildu, con sus buenos resultados
electorales, se han confirmado como la formación que más eficazmente puede
garantizar la estabilidad del futuro Gobierno, aunque reclamará al PNV mayores
compromisos en materia social y una apuesta más clara por la independencia del
País Vasco.
En cualquier caso, y sea cual sea la fórmula para cocinar
alianzas, los resultados presagian tiempos complicados para el Gobierno de Mariano
Rajoy que tendrá que hacer frente a un nuevo rebrote independentista en el País
Vasco en pleno pulso con Cataluña, que demanda también una mayor soberanía.
Por el contrario, Rajoy obtuvo algo de oxígeno en Galicia a
pesar de sus devastadores recortes que parecen haber calado menos en el ánimo
de los votantes que los errores de las restantes fuerzas políticas.
El gobernante PP, con su candidato Alberto Núñez Feijoo,
ganó claramente las elecciones gallegas, al revalidar con creces su mayoría
absoluta con el 45. 7 por ciento de los sufragios.
El Partido Socialista de Galicia (PSG), también retrocedió
notablemente en esta región del noroeste español al perder 7 diputados y
quedarse con el 20. 5 por ciento de los votos.
Las elecciones en ambas regiones estuvieron marcadas por la
crisis y el más que probable rescate europeo de la economía española que no
sale de la tiritona. En la apuesta de los votantes, especialmente los vascos,
también pesó la batalla por la independencia que libra Cataluña con el Gobierno
central del PP, que se opone a la autodeterminación de las denominadas
nacionalidades históricas.
El País Vasco y Cataluña son las regiones que cuentan con
mayor número de electores independentistas y, junto con Galicia, las que más se
diferencian del resto de comunidades autónomas españolas al poseer lenguas
propias y culturas específicas.
Junto al afianzamiento, paradójico una vez más, de la
mayoría absoluta del PP en Galicia y el notable repunte de la opción independentista
en el País Vasco, que abre un nuevo frente conflictivo para el Gobierno
central, las elecciones regionales confirmaron también el desfallecimiento del
PSOE, que perdió el Gobierno vasco y que retrocedió considerablemente en las
urnas.
La fuerte crisis económica heredada del anterior Gobierno
socialista de José Luis Rodríguez Zapatero, la indefinición sobre el modelo territorial español y el desgaste
en el poder de los socialistas vascos, que gobernaron en la región aliados con
el PP, son algunas de las claves que explican los pésimos resultados obtenidos
por el PSOE en Euskadi y Galicia.
A pesar de que algunas voces autorizadas llaman a una
profunda reflexión sobre el descalabro en las filas del PSOE, el equipo de
Ferraz prefiere marear la perdiz y hacer de la derrota un enigma cuando lo que
necesita el socialismo español es una auténtica catarsis.
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