El irrecuperable PSOE

Resulta evidente que el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) necesita una urgente catarsis. Sin embargo, la nomenclatura de ese partido que hace mucho tiempo renunció a sus genuinas señas de identidad, se resiste como gato panza arriba a pesar de los indicadores que apuntan a un más que preocupante desfallecimiento. Javier Pérez de Albéniz resume perfectamente el sentir de muchos ciudadanos de izquierda que, sencillamente, no entienden cómo personajes del calibre de José Bono, Joaquín Almunia, Carlos Solchaga y un largo etcétera, tienen o pudieron tener cabida alguna vez en un partido que se llama socialista. Efectivamente, no corren tiempos de reconciliación, sino de ruptura habida cuenta de que el PSOE es incapaz de ejercer la autocrítica y de responder como la izquierda manda.

Javier Pérez de Albéniz
Cuarto Poder
No a la reconciliación

En las pasadas elecciones gallegas el PSOE perdió alrededor de 200.000 votos, y obtuvo siete diputados menos que en las anteriores. En las de Euskadi perdió más de 100.000 votos y nueve diputados. En las generales de 2011 el partido de Rubalcaba perdió seis millones de votos, y pasó de 169 escaños a 110 diputados, 59 diputados menos, la peor marca registrada de escaños durante la presente democracia (desde 1978). El hundimiento.

Analistas y tertulianos se frotan las manos: esta crisis de dimensiones insondables es una mina para aquellos que viven, que vivimos, del comentario. Nada es blanco o negro, todo está plagado de suculentos grises. Queda abierto un espacio inagotable para el rumor, la hipótesis, la suposición, la sugerencia, la apreciación, el chisme, la murmuración, la conjetura, el runrún e incluso el chascarrillo.

“Es el PSOE quien primero ha abandonado a su electorado, no al revés”, escribe Arsenio Escolar en su blog. “Gracias a la crisis del PSOE vivimos en una democracia unipartidista”, dicen en RNE. “La izquierda, el PSOE, necesita reinventarse”, aseguran en la cadena SER. Javier Gallego hace en El Diario una crítica dura, pero razonada y muy interesante, al líder socialista: “Váyase, señor Rubalcaba”. En el mismo medio Odón Elorza sugiere que “El PSOE sigue arrastrando las consecuencias de los errores del Gobierno de Zapatero”. A Inmaculada Rodríguez Piñero, miembro de la Ejecutiva Federal del PSOE e invitada a “Los desayunos” de TVE, un tertuliano le dice que es difícil entender cómo alguien puede seguir confiando en Rubalcaba. La respuesta de Rodríguez Piñero es una explicación de la crisis socialista: “Hay que corregir, lo importante es que recuperemos la confianza, y que lo hagamos juntos, y que lo hagamos en la dirección que reclaman los ciudadanos”. Mediocridad.

Desaparecido durante días como el mejor Rajoy, Rubalcaba por fin dio ayer la cara: “no pienso dimitir; cumpliré mi tarea hasta 2016… el PSOE me eligió para recuperar la confianza y voy a cumplir”. ¿Se aferra Rubalcaba a la nada? Quizá tenga en la cabeza que Rajoy se convirtió en presidente tras dos derrotas que parecían incapacitarle para siempre.

“Trabajamos para reconciliarnos con la España progresista”, ha sentenciado Elena Valenciano, secretaria general del PSOE. Quizá todo sea más sencillo, y la España progresista no quiera ninguna reconciliación con el PSOE. Porque la España progresista ha comenzado a mirar más allá del bipartidismo, y sueña con una izquierda de verdad, con una alternativa al Partido Popular realmente renovadora y reformista. Una España progresista que no puede perdonarles que sean unos socialistas de pega. De esos que indultan banqueros, temen el poder de la iglesia, mantienen las cunetas llenas de cadáveres y evitan las reformas fiscales.

¿Reconciliación? De ninguna manera. Necesitamos una izquierda completa, total y absolutamente nueva. Ese partido tan radical y antisistema como para no admitir jamás en sus filas a alguien como José Bono.

Comentarios