Cataluña: que hablen las urnas



La apabullante manifestación de más de un millón y medio de personas que tomaron este martes las calles de Barcelona para celebrar la “Diada”, fiesta nacional de Cataluña, y reclamar a gritos la independencia, revela a las claras que en este país de países sigue habiendo asignaturas pendientes de mucho calado.
Por más empeño que pongan algunos en descalificar la multitudinaria concentración, el hecho obvio es que en Cataluña existe un sentimiento independentista cada vez más generalizado y que compromete a sectores muy diversos, desde la derecha moderada de Convergencia i Unió (CiU) hasta los soberanistas más radicales, pasando por Esquerra Republicana e incluso ciertos dirigentes del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), que observan con bueno ojos el extrañamiento del Gobierno central.
Resulta contraproducente ningunear una realidad tan palmaria; y de nada valen los argumentos de los que reiteran machaconamente que el acceso a la independencia de Cataluña implicaría su exclusión inmediata de la Unión Europea (UE), deparándola un futuro desastroso.
Esa no es la cuestión de fondo, salvo para los que se afanan en engordar las consecuencias mientras desoyen las causas del conflicto, que se remontan a siglos atrás y que tuvo en 1 714 una de sus expresiones más dramáticas con la caída de Barcelona tras el asedio de las tropas borbónicas.  
La afamada transición democrática que tras la dictadura franquista reinventó el mapa español fabricando autonomías artificiales para rebajar los ímpetus de las nacionalidades históricas, Cataluña y País Vasco sobre todo, está ofreciendo otra muestra de flaqueza, tocada de nuevo en su línea de flotación.
La autodeterminación se impone; con todo lo que conlleva para las instituciones de este país de países que se comenzó a construir por el tejado, a golpe de centralismo que se volvió en un pispás tan españolista como rancio.
La pertenencia a un colectivo nunca puede ser hija del decreto. Y los cientos de miles de catalanes que se manifestaron civilizadamente con ocasión de la Diada, ponen en evidencia todas las coartadas que en estos lares se han utilizado para anudar territorios y emociones que deberían haberse confederado desde hace mucho tiempo. Ahora es demasiado tarde; incluso para el lamento. Que hablen pues las urnas y que se redefina cuanto antes la convivencia, en todos los ámbitos.

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