La amenaza del bandolero


Ha bastado una acción cargada sobre todo de simbolismo, para que la derecha más recalcitrante arremeta contra el alcalde de Marinaleda, Juan Manuel Sánchez Gordillo, uno de los políticos españoles más reñidos con los eufemismos.
La expropiación de alimentos en dos supermercados protagonizada por integrantes del Sindicato Andaluz de Trabajadores (SAT) y abanderada por el diputado de Izquierda Unida en el parlamento regional, con el fin de repartir las viandas entre los más necesitados, ha soliviantado a las habituales plumas de la derecha, entre ellas la de Luis María Anson que en un artículo nos advierte en tono prehistórico sobre el amenazante regreso del comunismo y la izquierda radical que, según el columnista, no admite más victorias que las propias. Ya le han salido replicadores.
“Independientemente de las consideraciones que a cada uno le merezca el acto o la eficacia de expropiar cuatro o seis carros de supermercado llenos de comida para donarlos a comedores sociales (y gente que ya comienza a pasar hambre), desde ATTAC Andalucía interpretamos esta acción desde un punto de vista ejemplarizante y que ha tenido, debido a su puesta en escena, una gran repercusión mediática. Esta acción pone encima de la mesa y denuncia la situación de pobreza y miseria que empieza a vivirse en el Reino de España en general y Andalucía en particular, así como la cruel repercusión de las políticas neoliberales contra las clases populares, contra los pobres”, alega con razón Attac Andalucía.
Se puede cuestionar el método elegido por los sindicalistas y Sánchez Gordillo para incautar alimentos en aras de una causa justiciera y mayor, como el desamparo que afecta a miles de familias españolas que tiritan por la crisis. Pero es de una indecencia supina que estos agitadores del conservadurismo ibérico pongan el grito en el cielo por una incursión cuyas consecuencias son muy leves en todos los terrenos, y callen arteramente ante el saqueo de malos empresarios y peores banqueros que han agujereado el patrimonio español con efectos, estos sí, absolutamente dramáticos para el colectivo en su conjunto. Y, además, todos los defraudadores aguantan indemnes.
La iniciativa privada sigue teniendo patente de corso en este país que sociológicamente no ha cambiado tanto como presumen las estadísticas. Se consiente a los villanos de levita mientras se cargan las tintas contra los rateros de poca monta. Que el señorito se propase y haga y deshaga a su antojo, deriva en falta venial conforme a un guión tan deleznable como aburridor; pero que la chusma se plante con los brazos en jarra es algo a todas luces inadmisible para la rancia aristocracia ibérica. La reprobable insolencia de los de abajo frente a la impunidad una y mil veces exhibida, asumida plenamente por los de arriba. Con particular orgullo; caciquil.

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