Que la realidad no se interponga...
Todos los indicios apuntan a que la muerte del opositor
cubano Oswaldo Payá fue causada por un accidente automovilístico; y en cualquier caso, con las indagatorias en proceso, habría que esperar a que éstas concluyan.
Pero la
derecha cavernaria, lo peor del exilio isleño y los periodistas que
malean al personal aprovechando cualquier resquicio, tienen ya su guión escrito y continúan alimentando la
conspiración y acusando al Gobierno de La Habana de haber asesinado al
disidente para disfrazar después lo sucedido.
A pesar de que Ángel Carromero, el dirigente del Partido
Popular (PP) que viajaba con Payá conduciendo el vehículo siniestrado en la
provincia de Granma, ha admitido en un principio que no vio la señal de reducción de velocidad
lo que provocó que el coche se precipitara por un terraplén, los profesionales
del fingimiento siguen apuntando sus cerbatanas contra los maléficos hermanos
Castro y su legión de sicarios con la complicidad de algunos medios
retrógrados que, sin la menor ética, dan cobijo en sus páginas a cuanto líbelo
consideran oportuno para desprestigiar al régimen cubano.
Cuando la visceralidad y la fábula en su versión más perversa
luchan con tanto denuedo contra cualquier atisbo de realidad, de muy poco valen
los argumentos. Sólo lamentar que un dramático episodio haya
servido para que los envenenadores de siempre propaguen a los cuatro vientos
sus panfletos. Eso sí, La Habana está guardando un encomiable silencio
ante tanta palabrería incendiaria facturada una vez más para la ocasión.
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