Francia, contra el despropósito futbolero


Los sueldos disparatados de las estrellas del fútbol hacen mucho más daño del previsible porque incitan simple y llanamente a una voracidad que menoscaba la integridad de un colectivo que debería regirse por principios éticos inamovibles, en ésta y desde luego también en otras apuestas sociales.
Que un especialista en el manejo del esférico llegue a cobrar varios millones al año, es un atentado a la razón y un agravio comparativo difícil de soportar, cuando hay cientos de profesiones, desde la albañilería hasta la ingeniería, que aportan progreso real a la comunidad y que se encuentran a años luz del paraíso salarial en el que habitan los magos del balón.
Por supuesto, el seguidismo masivo de esta actividad deportiva, en muchos casos ciego, potencia su mercantilización y su degradación, porque también en el ámbito del fútbol existen entregas muy distintas y diferencias de clase abismales.
Francia de nuevo sienta precedente al criticar de manera abierta y sin complejos las sonrojantes cifras que se mueven en torno a las figuras futboleras. Ha sido la ministra gala de deportes, Valerie Fourneuron, la que ha calificado las cifras del traspaso del sueco Zlatan Ibrahimovic al Paris Saint Germain de "astronómicas e irracionales", tras deplorar "la ausencia de toda regulación" en el fútbol, "con déficits que se acumulan en el ámbito europeo".
"Esto subraya una vez más la necesidad de la regulación propuesta por Michel Platini a nivel de la UEFA para que las masas salariales se limiten según los presupuestos", advirtió Fourneyron tras el último consejo de ministros de Francia.
No ha sido la única en poner el grito en el cielo. El ministro francés de Presupuesto, Jérome Cahuzac, hacía también lo propio al tildar de indecente el voluminoso fichaje de Ibrahimovic, que cobrará unos 15 millones de euros por temporada.
Sin embargo, en este país de países, escasean las voces oficiales que reprueben los vergonzosos fichajes que los grandes clubes practican cada año a golpe de fanfarria.
Por el contrario, abundan los “intelectuales” del fútbol obstinados en hacer metafísica de un deporte que está siendo claramente sublimado para que la carnaza se vuelva bocado de gourmet, endiosando a muchos jugadores y justificando con ello, aunque sea implícitamente, sus vergonzosas canonjías.
Elevar al fútbol a categoría artística es un empeño pueril, desmedido, como casi todo lo que envuelve a este deporte que cuenta con propagadores entusiastas e incondicionales.

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