AMLO ataca de nuevo; en México


El candidato del Movimiento Progresista, Andrés Manuel López Obrador, pidió al Instituto Federal Electoral (IFE) el recuento de todos los votos que en los comicios del pasado domingo otorgaron un triunfo provisional al abanderado del Partido Revolucionario Institucional (PRI), Enrique Peña Nieto.
Al igual que hizo en las elecciones de 2006, AMLO ha demandado una revisión a fondo de los sufragios emitidos en las más de 143 mil mesas electorales repartidas por el país.
"No es pedir ningún favor, es solicitar que se cumpla la ley. Por el bien de la democracia deben de contarse todos los votos para que no quede en duda", señaló el político tabasqueño que se siente despojado otra vez de la presidencia mexicana, en esta ocasión por unos cinco puntos de diferencia según el escrutinio preliminar.
AMLO se refirió concretamente a la compra de sufragios y a la falta de imparcialidad de algunos medios de comunicación, como la poderosa Televisa que según el líder de la izquierda mexicana se volcó en Peña Nieto, cobrando incluso cantidades sustanciales por una promoción publicitaria que se quería encubierta, pero que al final no lo fue tanto.
"Luego viene la compra de votos, todo el dinero, la falta de imparcialidad en todo lo relacionado sobre los medios de comunicación", aseguró tajante el tabasqueño sin entrar en los necesarios matices que hay que utilizar al hablar de la prensa mexicana y su desempeño en tiempos electorales.
La gran mayoría de los medios de prensa escrita, muchos de ellos con sede en Ciudad de México, han mantenido una encomiable equidistancia de los candidatos en su línea informativa, poniendo de manifiesto la evolución de un sector que hace 20 años, y mayoritariamente, rendía tributo a la hegemonía del PRI en todas sus páginas.
Sin embargo, y aunque no le falta razón a AMLO cuando denuncia irregularidades, creo que éstas se hallan muy lejos del fraude generalizado que se empeña en visualizar con trazo grueso, demasiado grueso.
Para empezar, los grandes partidos, incluido el Movimiento Progresista del Partido de la Revolución Democrática (PRD), contaban por primera vez con representantes en todas las casillas del país, lo que dificulta notablemente un pucherazo clásico.
Por lo demás, el IFE se ha consolidado como una institución solvente, capaz de velar por un aceptable desarrollo electoral en contraste con las épocas del priísmo, en las que la compra de votos y el famoso acarreo eran la tónica de unos comicios que el partido de Estado ganaba abrumadoramente, hasta el extremo de que tuvo que inventar mecanismos que favorecieran a las formaciones opositoras, aunque éstas no hubieran sido premiadas en las urnas, para legitimar de algún modo sus victorias.
Muchos de los abusos que denuncia AMLO se han cometido reiteradamente durante toda la campaña electoral; eran obvios en un país donde existe todavía cierta contaminación mediática y en el que el clientelismo goza de buena salud, sobre todo en las zonas rurales más necesitadas. Y por eso mismo, el líder de la izquierda tenía que haber cuestionado de raíz unas elecciones que nacían desnaturalizadas, según su bitácora.
No es de recibo, con estos antecedentes en el bolsillo, prestarse al juego electoral, amagar con reconocer los resultados, alardear de favorito y montar la rabieta acto seguido, cuando se le han torcido a uno los pronósticos por causas que estaban cantadas de antemano.
Si el escenario no reunía las condiciones para una contienda entre iguales, AMLO debería haber roto la baraja y haber exigido nuevas cartas antes de sentarse en la mesa para participar en la partida. El manotazo de última hora sencillamente no procede y, lo que es peor, vuelve a situar al sistema electoral mexicano al borde de la credibilidad.


Comentarios