La anestesia social
Ciertamente, la profesión periodística vive uno de sus
momentos más críticos en este país de países. El cierre de medios, los despidos
masivos y la muy generalizada precariedad laboral, están minando buena parte de
los pilares de este oficio que se encuentra cada vez más amilanado. No se
entiende que en las actuales circunstancias las movilizaciones de la profesión
se hagan de rogar; como tampoco es comprensible el vasallaje que rinden muchos
colegas atenazados por la nómina o el temor a perder la poca dignidad que les
queda. Lamentablemente, no es una pasividad exclusiva de este oficio. Cuando
están cayendo chuzos de punta en la península ibérica, con un desempleo masivo y al alza, ejecución desalmada de hipotecas y recortes draconianos
en enseñanza y sanidad, no se entiende muy bien la pachorra que sigue
instalada en las calles. Salvo fogonazos que se han producido en momentos de
emergencia, minoritarios en cualquier caso habida cuenta de las dimensiones del
drama, la normalidad ha sido la tónica en los últimos años. Perfectamente lógico
por tanto que los poderosos se sigan paseando a pecho descubierto y consideren
inoportuno cualquier rendimiento de cuentas, por muy escandalosas que luzcan
muchas de sus conductas. Perseverarán pues sin complejos, a saco.
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