El gran socavador
Uno de los principales saboteadores de la credibilidad del
sistema justiciero en este país de países, se permite alertar sobre los riesgos
de socavar los cimientos del Estado de derecho. Se llama Carlos Dívar, presidente
del Tribunal Supremo y del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), que se ha
aferrado hasta ahora a la poltrona a pesar de las acusaciones por presunta
malversación de dinero público y la desconfianza manifiesta por parte de varios
de los vocales de ese organismo. La desfachatez de Dívar al reclamar la
separación de los poderes del Estado y el reconocimiento del Tribunal Supremo y
la organización de tribunales como un sistema básico, esencial e ineludible, no
tiene parangón habida cuenta de que la perorata procede de alguien cuya fama
está en entredicho y que se resiste a renunciar al cargo con el consiguiente perjuicio
para la imagen institucional. Por supuesto, Dívar, durante su discurso con
ocasión del Bicentenario del Tribunal Supremo, no ha hecho mención alguna a su
precaria situación después de que el pasado sábado se comprometiera ante el
Pleno del Consejo a adoptar una medida rotunda y contundente a lo largo de esta
semana tras constatar la pérdida de confianza de una amplia mayoría de sus
vocales. Un desplante normal, en alguien que calificó de calderilla los 6 mil
euros que supuestamente había utilizado de los fondos públicos para financiar
sus correrías privadas, hoteles y cenas, en el exclusivo Puerto Banús. El señor
Dívar, con el cinismo exhibido tras sus polémicos viajes, es un indigno
representante de la Justicia y su permanencia en los más altos niveles de la
judicatura sólo contribuye a alimentar la ópera bufa que algunos se han
encargado de montar a despecho de la ciudadanía en su conjunto.
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