Jueces que no lo son
El vocal del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ) y
catedrático de derecho penal, José Manuel Gómez Benítez, se animó a presentar una
denuncia en la Fiscalía General del Estado contra el Presidente de ese
organismo, Carlos Dívar, por una supuesta malversación de fondos públicos,
según informa El País.
Entre otras lindezas, Dívar es acusado de haber pagado con dinero público, por un valor cercano a los 6 mil euros, el importe de una habitación en un hotel de lujo de Marbella y varias cenas en restaurantes de abolengo de esa misma localidad andaluza, durante seis fines de semana entre septiembre de 2010 y noviembre de 2011.
Entre otras lindezas, Dívar es acusado de haber pagado con dinero público, por un valor cercano a los 6 mil euros, el importe de una habitación en un hotel de lujo de Marbella y varias cenas en restaurantes de abolengo de esa misma localidad andaluza, durante seis fines de semana entre septiembre de 2010 y noviembre de 2011.
Según el catedrático impulsor de la denuncia, estos viajes no guardaban
relación alguna con actividades vinculadas al cargo de Dívar como presidente del CGPJ,
con el agravante de que implicaron el desplazamiento a Marbella de siete escoltas
policiales cuyos gastos ascendieron a unos 27 mil euros.
Hasta aquí, el relato de unos hechos inquietantes, que
deberán ser debidamente esclarecidos. Por lo pronto, el también presidente del
Tribunal Supremo ha puntualizado que es él quien se paga de su bolsillo
sus viajes privados y que no tenía constancia de la denuncia por malversación
de fondos.
Lo alarmante del asunto es que el Presidente por partida
doble ha ido más allá y, para restar importancia a una acusación infundada, ha tildado de “miseria”
los 6 mil euros de las arcas públicas empleados presuntamente en sus magníficas
correrías andaluzas.
Resulta indignante que una autoridad de este país de países
califique de bagatela un importe que supera casi en nueve veces el salario
mínimo en España. Y lo más grave es que se atreva a comentarlo en público con
tamaña temeridad.
La judicatura en España, como otros tantos aparatos del
Estado, libró la inmodélica transición sin ser depurada. Y de ahí que buena
parte de las maneras franquistas, la chulería, el clasismo y el ramalazo
reaccionario aniden todavía en muchas cabezas encargadas de impartir una justicia
cuyos fundamentos huelgan, a la vista del comportamiento de algunos de sus máximos
valedores.
Comentarios