Felipe González, honrado por el PP
Que el ex presidente Felipe González vaya a ser designado hijo predilecto de Sevilla a propuesta del derechista Partido Popular (PP), dice
mucho del dirigente socialista que cuenta con una biografía plagada de
éxitos y nebulosas.
Nadie duda de la capacidad política de González, ni de sus excepcionales artes para encandilar a cuanto auditorio se le ponga enfrente. Pero
necesariamente hay que sacar a colación sus muchos reveses y, sobre
todo, su responsabilidad en el empequeñecimiento ideológico de la izquierda
española.
Su proclamada vocación de fe socialdemócrata, llevada en
ocasiones al límite de la tercera vía compartida por el inefable Tony Blair, su
empeño por sumarse a una Europa que ya apuntaba maneras mercantiles,
privatizadoras y antisociales, su arraigada razón de Estado que, consumida en
grandes dosis, siempre deshumaniza, y la corrupción y el terrorismo oficial
vinculados a sus mandatos, son antecedentes que obligan a acercarse a su figura
con todas las precauciones del caso.
Ahora, González no sólo asesora a destacados empresarios de
allende el Atlántico, sino que insiste en dar lecciones de gobernanza a diestro
y siniestro, cuando evidentemente es cómplice en mayor o menor medida de los malos
resultados habidos.
Su particular adhesión a una transición inmodélica, sus
cantos excesivos a las potencialidades de una España que a fin de cuentas se ha
descubierto más escuálida, su desapego por hacer valer la memoria histórica en
un país de países que no se atreve a ajustar cuentas con el más dramático de
sus pasados, son otros tantos pedruscos que hay que cargar en la mochila del
dirigente socialista.
La propuesta del alcalde sevillano del PP para que el
poliédrico Felipe González se convierta en hijo predilecto de esa ciudad
andaluza, más allá de la oportunidad del nombramiento, muestra a las claras las
habilidades del líder socialista para construirse un ventajoso hueco entre
tirios y troyanos, con todas las renuncias y anuencias que tal acomodo implica.
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