Bankia y los sinvergüenzas invisibles


Mentira tras mentira. Impunidad, saqueos y complicidades promovidos desde las alturas, políticos y empresarios trabajando para engordar sus bolsillos, en perfecta simbiosis. Esos son los parámetros en los que hay que encuadrar la crisis de Bankia, el banco español intervenido de manera insuficiente por el Estado y al que irán a parar más de 23 mil millones de euros públicos para tapar agujeros innombrables.
Ahora llega el señorito José Ignacio Goirigolzarri, varias veces millonario por su singladura en los océanos financieros ibéricos, y advierte que no arribó a la entidad quebrada para depurar responsabilidades. Hay que mirar al futuro, sentenció con el cinismo que caracteriza a la mayoría de los prebostes, luego de exculpar a sus antecesores. En un país de países donde están cayendo chuzos de punta sobre los más débiles, las palabras del presidente de Bankia son una verdadera afrenta. No sólo hay que voltear hacia el pasado una y otra vez, sino que hay que escarbar en él a conciencia, reiteradamente, en busca de los responsables del naufragio, que existen y en grado sumo. Pero el alegato de Goirigolzarri encaja perfectamente en el discurso de ese poder autista, convenientemente alejado de la plebe, que se estila en los días que corren y que sirve para seguir blindando criminalidades varias que en esos áticos financieros nunca se airean.
Tanta provocación, en esta ocasión generada por el desfalco de Bankia, merecería una muy orquestada respuesta desde abajo. Contundente.

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