Fenicios contemporáneos
No hay manera de avanzar con un sistema que antepone la
rentabilidad al bienestar en todos los nichos sociales y que pretende acotar
con escuadra y cartabón realidades sencillamente inabarcables. Acaba de suceder
una vez más con los draconianos recortes que el Gobierno de Mariano Rajoy ha
impuesto al sector de la educación pública superior y que no sólo marginarán a
medio y largo plazo a los alumnos con menos recursos, propiciando la intervención
empresarial en los campus, sino que amenaza a decenas de carreras universitarias que se volverán inviables, en términos económicos claro. Que los
estudios se focalicen en función de las necesidades de un mercado pesetero, es
un guantazo a la inteligencia y una afrenta para cualquier colectivo que busque
progresar más allá de la mera acumulación material. En la feria de
despropósitos en la que se ha convertido este país de países, el ministro de
Economía Luis de Guindos le pone su particular guinda al pastel anunciando que España
debe transitar de la economía del ladrillo a la del conocimiento. ¿A qué
conocimiento se refiere el ministro: al que se extinguirá con el fallecimiento
de las carreras que no reditúan monetariamente o al que se le hurta al
desarrollo de la ciencia y la investigación con los tijeretazos al I+D?
Imaginamos que lo que querrá decir es que, con el apagón de la inversión
pública, pasaremos a la velocidad del rayo de la economía del ladrillo a la
cultura de la teja.
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