Censura real

Algunos consideran la caza como un deporte de riesgo; a mí me parece un atropello intolerable que en pleno siglo XXI se aniquile a un animal a escopetazos y con total impunidad, en un duelo más que descompensado, por simple y llana diversión. Sobran agravantes pues para que los inconformes denunciemos esta actividad que en su formato de safari involucra a personajes de muy alto copete. Es el caso del rey Juan Carlos que no desperdicia la oportunidad de ponerse el salacot y salir en busca de adrenalina con olor a pólvora. Precisamente ha sido en la africana Botsuana donde el monarca, estando de safari, tuvo un percance y sufrió una rotura de cadera que le ha obligado a pasar por el quirófano. La cacería se mantuvo en secreto hasta que el accidente obligó a desvelarla, lo que ha generado gran revuelo, no sólo ya por la cuestionable batida de elefantes a la que se dedicaba el rey sin que nadie lo supiera, sino porque en los gravísimos tiempos económicos que corren por España, con apretones de cinturón de caballo, tal dispendio resulta cuando menos chocante. Una falta de tacto fenomenal, vaya. La misma que ha llevado a vetar el acceso a la página rannsafaris.com que mostraba en fotogalería a todos los personajes que de la mano de esa empresa han viajado en alguna ocasión a Botsuana para participar en las correrías. En una de las fotos desactivadas, aparece Juan Carlos posando con un rifle en la mano y un elefante derribado al fondo, con su trompa estampada contra el tronco de un árbol. Afortunadamente, la decidora imagen se ha propagado por la red antes de su ocultación oficial. Y también ha llegado a este blog.


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