¿Por quién doblan las campanas?

La probable desaparición del diario Público agobiado por las deudas a pesar de su relativo éxito en los quioscos, es una noticia doblemente lamentable. Primero, porque significará la pérdida de un medio de comunicación en una sociedad como la española urgida de lectores y manifiestos. En segundo lugar, porque abandera un pensamiento progresista que se halla en franca minoría en un país de países en el que el 90 por ciento de los medios de comunicación responden al ideario de la derecha. Corren pésimos tiempos para el periodismo y sus soportes, con el desplome de la publicidad que ha traído la crisis y la ausencia manifiesta de receptores a los que seducir para que las páginas de un diario se mantengan lozanas. El trance de Público nos atañe a todos y sus previsibles funerales empobrecerán todavía más un escenario mediático ocupado mayormente por la prensa reaccionaria, la televisión de charanga y pandereta y una radio cada vez más timorata y editorializada. Todo ello, con los periodistas atemorizados y en desbandada. El evocador título de la novela de Ernest Hemingway cobra sentido nuevamente con la agonía de Público.

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