Baltasar Garzón y los sentimientos encontrados

El juicio a Baltasar Garzón por presunta prevaricación y violación de garantías constitucionales quedó visto para sentencia después de que las partes se afianzaran en sus respectivas posiciones. Con la voz rota y despojado de su toga, el Juez español con más relumbre internacional reivindicó su inocencia y se defendió ante el Tribunal Supremo de los que lo acusan de haber intervenido las conversaciones telefónicas mantenidas desde la cárcel por los cabecillas de Gürtel, una trama de corrupción empresarial vinculada al gobernante Partido Popular (PP).  Conocido mundialmente por demandar la detención del dictador Augusto Pinochet durante su estancia en el Reino Unido y la de otros militares supuestamente implicados en actos de genocidio durante las dictaduras castrenses en Chile y Argentina, el Magistrado se arriesga ahora a ser inhabilitado como juez durante 17 años por haber grabado las conversaciones privadas que los empresarios supuestamente corruptos mantenían con sus abogados desde el locutorio de la cárcel y que, según él, eran aprovechadas para blanquear dinero fraudulento. El popular Juez tendrá que volver al banquillo de los acusados a partir del próximo 24 de enero para responder por otro presunto delito de prevaricación, al haber impulsado la investigación de crímenes ocurridos durante la dictadura franquista careciendo de competencias para ello. Además, la Justicia española deberá resolver si abre juicio oral contra Garzón por cohecho y prevaricación por los pagos  que recibió supuestamente del Banco Santander y otras entidades financieras para que organizase unos cursos en la Universidad de Nueva York entre 2005 y 2006. Tres causas muy distintas que admiten otras tantas interpretaciones.
En lo particular, me resulta muy difícil justificar el pinchazo de conversaciones privadas por loables que sean las intenciones del fisgón, entre otras razones porque a la legalidad nunca le han convenido las fronteras elásticas; y tampoco puedo pronunciarme en rigor sobre la suerte que corrieron los fondos bancarios destinados en un principio a la difusión académica allende el Atlántico. Sin embargo, sí me parece un despropósito, una calamitosa injusticia que se vaya a procesar a Garzón por haber promovido la investigación de los crímenes de la dictadura franquista que permanecen impunes hasta el día de hoy y que fueron archivados tras la inefable ley de amnistía de 1977, de la que fueron cómplices numerosos políticos recién salidos de la oposición y que respaldaron un decretazo improcedente en aras de una reconciliación a todas luces malsana. En favor de las hemerotecas, tampoco hay que olvidar que el Juez español tiene una personalidad poliédrica, que cuida con demasiado esmero desde hace años, por lo que no sólo levanta ampollas en los ámbitos de la derecha y la ultraderecha; se encuentra asimismo en el punto de mira de no pocos socialistas que fueron en su día balconeados por la investigación sobre los GAL y el terrorismo de Estado durante el gobierno de Felipe González, lo que quizás explique en parte que un juez como Luciano Varela que, según entiendo, fue uno de los fundadores de Jueces para la Democracia (organización progresista), esté cargando las tintas en su contra y busque empapelarlo. Por supuesto, tampoco hay que desdeñar el hecho de que Garzón fue el responsable máximo de cerrar el periódico independentista Egin por sus presuntas vinculaciones a ETA (algo que nunca se demostró), además de cometer otros excesos contra líderes abertzales vascos a los que no hubo manera de procesar por las carencias de su instrucción. Egin sigue a día de hoy fuera de circulación y los imputados por sus supuestas conexiones etarras salieron airosos de los tribunales tras aguantar varios años de acoso mediático. Cuando se pretende brillar tanto como Garzón, son muchos los que resultan afectados por las quemaduras. Evidentemente, sus diligencias contra la violación de derechos humanos durante las dictaduras militares sudamericanas y su intento de esclarecer los abusos del franquismo no sólo son acciones loables, sino que hay que defenderlas a capa y espada en este país tan escurridizo. Pero lejos de santificarlo, hagamos un esfuerzo por separar la paja del trigo y ubiquemos al famoso Juez donde le corresponde: a ratos bajo el sol, a ratos bajo la sombra.

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