Mayor desmovilización, mayor explotación

Los periodistas integramos uno de los gremios más pusilánimes de este país de países, lo que es mucho decir en un terruño que desde hace décadas se distingue por su retraimiento generalizado. Algunos colegas, pocos, están poniendo el grito en el cielo ante la degradación laboral de este oficio que tiene en los becarios a sus más distinguidos explotados. Pero hay que ir mucho más allá de la queja. Los aullidos individuales se vuelven agua de borrajas en un mundo mayoritariamente afónico. No basta con piar unas cuantas miserias en twitter. Hay que asumir nuestra cada vez más perjudicada condición y ser capaces de proyectarnos como colectivo previa organización sindical, ya que de lo contrario los estragos seguirán primando. Con nuestra desmovilización endémica, somos responsables en buen grado de la aflicción que nos embarga. En este aspecto, también constituimos la excepción en Europa, donde la mayoría de los países avanzados cuentan con colegas solidarios y comprometidos, capaces de convocar una huelga total cuando la ocasión lo amerita, ya se trate de la defensa de sus intereses o de garantizar el derecho a la información de los ciudadanos.

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